ME HABLAN
David GILMOUR-On an Island
Bueno… últimamente en cualquier rincón inhóspito, porque ya no caben los pobres… me refiero a los libros claro está, aunque de buena gana me traería alguno de “Mis árboles” a casa.
En el mundo de los árboles… me refiero al tema de las conversaciones con ellos, me adentré en primavera del 2006 de una manera tan peculiar, que sería un poco complicado de explicar por este medio.
De cualquier forma, aquellos árboles me marcaron y quedaron para siempre enlazados a mi alma a través de sus ramas.
La secuencia de mi encuentro con “Mi árbol”, el que siempre tendrá un lugar especial dentro de mí fue la siguiente:
Caminaba por un parque de árboles milenarios perdido en un rincón ... de un pueblecito perdido del norte de Burgos, cuando al fondo divisé una especie de abeto gigante que me llamaba a gritos…
Me acerqué lentamente y un viento suave comenzó a mover sus ramas en forma de abanico. Cuanto más me acercaba, más atraída me sentía por aquel árbol. Cuando llegué a su tronco, pasando por debajo de unas inmensas ramas que casi pegaban en el suelo, descubrí que una especie de asiento me estaba esperando.
De inmediato supe que el árbol que estaba buscando, era aquel.
Desde aquel día cada vez que visito “Mi Valle”, al atardecer me acerco a saludar a mis árboles y a charlar un rato con “Mi especial amigo-árbol” favorito entre todos ellos.
Y ahora vamos al tema de los libros, porque creo que es más peliagudo que el de los árboles.
Porque… como lo oís… los libros me hablan y me miran con carita de decir:
¿Serás capaz de dejarme aquí, rodeado de desconocidos, apilado, recto como una estaca, sin derecho a ser acariciado y a que mis páginas se abran y deleiten tu interior?
Incluso a veces se quejan… ¿Pero no ves lo gordito que está mi vecino de estantería que casi no me deja respirar?
O protestan por los contenidos de sus vecinos… que digo yo, que ya es el colmo de los colmos. Hace unos días me decía el último de Liniers… el dibujante argentino que acaba de publicar tras su éxito “Macanudo” su segundo libro “Conejo de viaje”:
Y claro chicos… es que así no se puede, porque una es buena y sensible y además siente pasión por los libros. Pero de eso a tener que cargar con cuantos ejemplares me digan unas palabrejas más o menos tiernas… COMO QUE NO…
De cualquier manera creo que en lo sucesivo tendré que ir a visitar mis librerías favoritas camuflada… peluca rubio platino… gafas de sol… (creo con esto bastará para despistarles)
Mi ama, en sus últimos años, siempre pedía mi compañía cuando quería comprar un libro. Decía que no se explicaba como entre miles elegía siempre el más adecuado para ella. Y he de decir, que mi ama nos ha dejado unos 3000 libros. Por lo tanto fueron muchas las veces que sus libros me hablaron desde los más extraños lugares, antes de ser trasladados a su casa.
Y es que mi ama, la pobre, no sabía que los libros me hablaban… Esta es una de esas cosas que jamás le dije . ¿Debí hacerlo?... No lo sé…
A la que si se lo pude contar fue a mi hija.
Tenía 8 años y nos encontrábamos cenando en el Rainforest Café de París… es un lugar mágico para los niños porque representa la selva con muchísimos animales articulados que cuando menos lo esperas se mueven, rugen, etc…
De pronto la niña, me mira con cara de cordero degollado y me dice señalando con su dedito una estantería repleta de peluches:
“Mami… mami, me tienes que comprar aquel peluche porque me ha hablado…”
Yo me dije: “Ya la hemos liado… como siempre la niña heredando lo que no debe”
Y es que la pobre ya había heredado los pies de la familia paterna, que son un poco especiales, todo hay que decirlo.
Le contesté: “Ya sabes que en casa no entran más peluches”, pero de todas maneras ¿a cual te refieres? Yo pensando que con lo blanda que en esos años era con ella, algo caería…
De pronto, se levanta y me señala… “AQUEL GORILA”. Yo no daba crédito. En toda la tienda no había peluche mayor… QUE AQUEL PRECIOSO GORILA.
Para esas alturas de la película, yo ya sabía donde iba a terminar el bicho, no obstante le pregunté: ¿Y que te ha dicho?... mas que nada en mi afán de averiguar hasta donde había heredado la niña mis poderes.
Y me contesta toda entera: “Nena… nena… porfi… porfi, llévame contigo a tu casita… que estoy ya cansado de pelearme con los elefantes, las jirafas y los monos que me hacen la vida imposible”
(Por cierto, lo de porfi… porfi… también es mío). Que por lo visto estos hijos, al final se apropian de todo y en este caso debe de tratarse de herencia genética de verdad, porque la frasecita en cuestión no acostumbro yo a decírsela a la niña, más bien la utilizo en otro tipo de situaciones…en las que mi niña interior sale a relucir… jugando por ejemplo…
Y claro… si el gorila le había hablado… ¿Quién era yo para romper aquel precioso diálogo?
Ni que decir tiene que viajó con nosotras, sentadito en el avión entre ambas. Abultaba más que la niña, que por aquello de la herencia materna, tampoco era rompetechos, aunque más tarde pegó un gran estirón, superando en la actualidad a la que escribe.
Ahora mismo, mientras escribo esto, el famoso gorila me mira desde lo alto de un armario. Porque esa es otra, 18 años comprando peluches y la niña se niega a desprenderse de uno solo. Porque claro está… con la gran mayoría de ellos existió un bello diálogo… y una vez más ¿Quién soy yo para romper semejantes relaciones?
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