MI BÚSQUEDA DE LA BELLEZA
Música: I Wanna Fly-MONJES BUDISTAS-Sakya Tashi Ling
Cuando hace tiempo decía que soy más de encuentros que de búsquedas, me refería a la vida en general, a lo inmediato, al día a día, porque me gusta ser y ante todo sentirme libre y por ello intento evitar esas búsquedas programadas y premeditadas que me quiten tiempo para disfrutar de mis encuentros y de la vida.
Sin embargo, he de reconocer que esa manera mía tan peculiar de vivir y de caminar por la vida soñando, esos constantes y maravillosos encuentros a lo largo del camino, quizás formen parte de esa permanente y encubierta búsqueda que en definitiva es propia del ser humano. Porque supongo que de lo contrario no sería una persona inquieta, despierta y en permanente cambio.
Sin embargo, he de reconocer que esa manera mía tan peculiar de vivir y de caminar por la vida soñando, esos constantes y maravillosos encuentros a lo largo del camino, quizás formen parte de esa permanente y encubierta búsqueda que en definitiva es propia del ser humano. Porque supongo que de lo contrario no sería una persona inquieta, despierta y en permanente cambio.
Por otro lado me digo… ya que la vida al parecer se ha empeñado en ponérmelo un poquito más difícil cada día, algo tendré que poner de mi parte para contrarrestar esa digamos “fealdad” cotidiana
Todo esto lo pensaba, mientras leía de la mano de Juanan las palabras de Aranguren sobre la búsqueda de la felicidad y me di cuenta de que hay algo que incluso de manera inconsciente, no dejo de buscar… y ese algo es la belleza.
Y algunos de vosotros lleváis tiempo hablándome de la belleza a partir de mis entradas, algo que acostumbra a sorprenderme, pero que igualmente me ha hecho pensar en que quizás tengáis razón y mi vida gire como digo, de manera inconsciente alrededor de esa búsqueda permanente de la belleza.
Quizás por ello una de las primeras palabras que aprendí a dibujar en mi curso de Shodo, fue… BI = BELLEZA
Quizás por ello mis ojos han desarrollado una especie de lente o de mirada especial, capaz de descubrir esa belleza donde aparentemente no se muestra a los ojos de los demás.
Borges decía que al cabo de los años había observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente, que no pasa un día sin que estemos un instante en el paraíso.
Y es que no cabe duda de que quien mantenga en su vida y en sus miradas una actitud receptiva a las emociones estéticas, está mucho más cerca de alcanzar ese paraíso.
Los poetas como nadie son expertos en esa búsqueda de la belleza y de entre todos ellos me quedo con dos búsquedas vitales… la de Juan Ramón Jiménez y la de Rubén Darío y me quedo con los dos precisamente por la diferente manera que tuvieron de buscar esa belleza a lo largo del camino… de su camino.
Juan Ramón Jiménez no cesó en su búsqueda y llegó a descubrirla, descubrió esa belleza que está en donde no la vemos. Supo también descubrir que las cosas más importantes de la vida no cuestan dinero:
- Una puesta de sol
- Un beso
- Una flor
- Simplemente respirar
Para poder descubrir y disfrutar de la belleza, sólo hay que tener ojos para ver. Y él los tuvo como nadie. Tuvo esa capacidad maravillosa de saber mirar hacia adentro y de descubrir en ese interior, cuanta belleza se oculta.
Antoine de Saint-Exupery en su “Principito” nos decía: “Lo que es importante es invisible a los ojos”
Y ahí está el secreto de esa búsqueda de la belleza y a través de ella de la felicidad, normalmente las cosas materiales lo que acostumbran a hacer es entorpecer la visión de lo importante.
Rubén Darío, buscó también la belleza a lo largo de toda su vida y se equivocó en la manera de hacerlo, su vida fue una constante búsqueda de esa belleza y no es que la respuesta no esté en la belleza, el problema es que la belleza no está donde Rubén Darío la buscó:
- Ni en los cisnes
- Ni en las princesas
- Ni en el alcohol
- Ni en las drogas
- Ni en la vida bohemia
Se equivocó en la forma de buscar esa belleza y cuando se dio cuenta de ello, a sus 38 años ya era demasiado tarde, ni supo, ni pudo reaccionar.
La belleza real, la que se nos instala dentro cuando la encontramos, la que altera nuestros sentidos… es la belleza que no se ve… es la belleza que se toca… se escucha… se siente… porque la otra belleza, la que se ve… pasa pronto de largo.
Y me produce una inmensa pena pensar, que mientras las palabras que Rubén Darío en su primer modernismo nos dejó para deleite de nuestros sentidos, para que cuando las leo produzcan a mí alrededor una inmensa belleza, no fueran capaces de hacerle sentir a él esa belleza.
Cuando en su “Sonatina” nos dice…
“la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión”
O en “Cosas del Cid”
“el alma de las flores iba por los caminos
a unirse a la piadosa voz de los peregrinos “
O en “Era un aire suave”
“la orquesta parlaba sus mágicas notas;
un coro de sones alados se oía;
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los dulces violines de Hungría”
Nadie es bello, porque la belleza humana no permanece, la verdadera belleza del hombre está en su fragilidad.
Juan Ramón Jiménez supo que en el momento en que uno es capaz de crear belleza, se convierte en eterno, no es que piense que no va a morir, sino que en ese momento preciso de la creación, es eterno.
Rubén Darío sin embargo, fue mucho más frágil que Juan Ramón Jiménez.
Rubén Darío en el prólogo de su libro “Prosas profanas” dijo:
- “Yo detesto la vida y el tiempo en el que me tocó nacer”.
Por ello creó y se rodeó de todo ese mundo de belleza formal:
- Dioses
- Faunos
- Paris…
Pero fue igual cuanto creó y cuanto buscó, porque buscaba en el lugar equivocado.
Para Juan Ramón Jiménez el modernismo era “Un movimiento de entusiasmo y de libertad hacia la belleza” y supo elegir el camino correcto hacia la belleza, pero Rubén Darío no.
Sin embargo ambos entendían la belleza como una forma de lucha, al igual que los poetas malditos franceses que les precedían.
La gente en general, dedica muy poco tiempo a la belleza, porque la belleza es muy peligrosa, porque nos abre los ojos y el corazón. Más bien entregan su entusiasmo a cosas banales y ruidosas.
Cuando Rubén Darío publica en 1905 su libro “Cantos de vida y esperanza”, cuya edición corrió precisamente a cargo de Juan Ramón Jiménez ya se ha dado cuenta de que se ha equivocado, que ha fallado en la manera de buscar la felicidad y que ya es tarde para rectificar.
A partir de ese momento Rubén Darío ya no va a utilizar la poesía para escapar-SE, para esconder-SE , sino que la va a utilizar para decir-SE
Y es a partir de ese momento, cuando sus poemas ya de lleno en su segundo modernismo, nos traspasan como agujas cuando expresa el desencanto y realidad vital que de pronto ha descubierto. Cuando se da cuenta de que la respuesta a su eterna pregunta es la muerte.
En “Lo Fatal”, Ruben está reclamando la muerte, pero no como Santa Teresa, que buscaba la felicidad suprema en la muerte, sino porque la vida le pesa.
No podemos olvidar, que … Vivir es sentir/sentir es saber/ y saber es sufrir (esto es lo que le ocurre)
En ese momento pierde todas sus certezas, si es que algún día las tuvo. Ya no se puede montar en el cisne, para que le lleve en busca de la belleza y no puede hacerlo porque de pronto, el cisne se convierte para el, también en una pregunta, lo refleja el título de su poema:
¿Qué signo haces, oh cisne, con tu encorvado cuello?
La forma del cuello del cisne es:
?
De pronto, el cisne, símbolo universal del modernismo cambia, se convierte para él en una gran incógnita, esa incógnita que en definitiva es la vida.
Así comienza su poema “Nocturno” ya en su segundo modernismo:
“Quiero expresar mi angustia en versos abolida
dirán mi juventud de rosas y de ensueños,
y la desfloración amarga de mi vida
por un vasto dolor y cuidados pequeños”
Y seguiría escribiendo sobre la belleza y tantas y tantas cosas en la vida que me la ofrecen a diario… y sobre Rubén Darío y sobre Juan Ramón… pero en algún momento tendré que terminar… digo yo…