EL MUNDO DE LOS SUEÑOS

09 enero 2012

EL DESIERTO DE LA VIDA


En el desierto de la vida, cada cual camina a su propio ritmo y se pierde en sus propios pensamientos.

Y en ese caminar por el desierto, hemos perdido el sentido de la poesía y de la risa que los beduinos del auténtico desierto aún conservan.

Cuando uno tiene la “fortuna” de vivir al límite de la supervivencia en algún momento de la vida, aprende que es posible vivir con muy poco y que la mayor parte de las cosas que nos rodean en nuestro día a día urbano, son absolutamente prescindibles y superfluas. Este es un pensamiento recurrente año tras año al término de mis vacaciones. Llego a la conclusión de que lo único material que preciso a mi alrededor son mis libros… un bolígrafo y papel… mucho papel.

Dicen quienes se adentran en el desierto que vale la pena caminar por el mismo, aunque solo sea por el placer de la parada nocturna.







En el caminar por la vida, al igual que en el desierto, de vez en cuando hay que parar… parar para pensar, reflexionar, ahondar en el interior, enderezar el rumbo y poner al día el equipaje para poder seguir caminando entre dunas y tormentas de arena que atenazan a menudo nuestros sentidos y nuestras vidas.

Hace días sufrí una violenta tormenta, permití que se desatase en mi interior sin hacer nada por evitarla. La rabia y la impotencia fueron más fuertes que la meditación y la relajación que desde hace tiempo intento actúen como pararrayos en esas situaciones. La calma se ausentó de pronto y permití que rayos y truenos salieran disparados en todas direcciones
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El fondo de esa tormenta, los anuncios previos de anticiclón, las causas que la provocaron… fueron reales y suficientemente importantes a mi parecer, pero la forma de afrontar esa situación no fue la correcta por mi parte.

Siempre tras la tempestad viene la calma y eso intento tras la dura tormenta, que la calma, la serenidad y la armonía que acostumbran a acompañarme en mi recorrido vital, se instalen también en mis relaciones con la única persona en el mundo, capaz de distorsionar esa manera de sentir y de pensar.

El desierto, al igual que la vida, aunque a veces pueda parecerlo, no es un territorio estéril de sueños y de anhelos. Detrás de cada duna, de cada tormenta, de cada grano de arena, hay una vida por descubrir.

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