EL MUNDO DE LOS SUEÑOS

29 noviembre 2008

RECONCILIANDO-ME

Mi vida, creo que como casi todas las vidas, acostumbra a ser como una montaña rusa en la que a veces me balanceo en la cresta, como los surfistas lo hacen en esas embravecidas aguas de mi querida Sopelana y otras caigo, como estos últimos días… y no consigo la breada suficiente para remontar la ola y poder volver a balancearme en esa cresta.

Las últimas semanas han sido nefastas para mí… para nosotras… (Mi hija y yo), cada vez que vemos el final del túnel, cada vez que pensamos que ya hemos pasado ambas por todo lo que se puede pasar, sobre todo ella… siempre hay una última hora no contemplada… un añadido… una nueva vuelta de tuerca que se empeña en no dejarnos remontar esa ola, en no dejarnos contemplar el paisaje desde lo alto de la montaña rusa.

Sin embargo, la vida me ha enseñado, que incluso las percepciones negativas de una situación cambian constantemente. Con cualquier hecho insignificante… con cualquier pequeña cosa… de pronto pueden dejar de ser tan negativas. O por lo menos uno deja de percibirlas de esa manera.

Uno de los lugares que acostumbra a sanar mi alma cuando amenaza con desfallecer es mi Valle, sin embargo, estas mismas circunstancias que cito me impiden hace tiempo visitarlo.

Hay otro lugar especial, casi mágico para mí, que acostumbra a realizar una gran transformación en mi interior cuando consigo visitarlo y recorrerlo a solas, en completo silencio.

Ese lugar es el Museo Guggenheim y concretamente su sala “Pez”

El jueves amaneció un día precioso de otoño, bastante frío, unos 8 grados, sin embargo por primera vez en más de un mes no solo no llovía, sino que las nubes prometían no hacerlo en todo el día.

Cogí mi cámara, calzado cómodo, ropa de abrigo y decidí dedicar la mañana a caminar al borde de la ría haciendo fotos.

Especialmente quería fotografiar una hilera de arces japoneses cuyas hojas de color rojo intenso me habían llamado la atención hace ya muchos días cuando me dirigía a la Universidad. Pensaba dedicarle a Izaskun – del blog Siempre con Historias – dichas fotos, porque estos días hemos hablado de ellas y del árbol rojo de Shaun Tan, ilustrador que descubrí hace tiempo de la mano de Madame Vaudeville – del blog Pequeño Cabaret -

Sin embargo cuando llegué a la ría comprobé con mucha pena que a los arces no les quedaba ni una sola hoja. Tendré que esperar a la primavera para poder fotografiarlos. Lo siento Izaskun.


La hilera de arces está intercalada en las farolas blancas
delante de la Universidad de Deusto


En ese preciso momento, el Museo cuya parte trasera (la más bella por cierto) queda justo al otro lado de la ría, enfrente de la Universidad y de la hilera de arces… me miró… si… ya sé que a los que no me conocéis lo suficiente aún, esto os extrañará, pero es que a mí acostumbran a mirarme y a hablarme los árboles, los libros, los peluches… y en este caso fue mi querido museo.



Universidad y Museo enfrente




Me dijo: “Pizarr, ya se que andas pachucha de ánimo, que las cosas de la salud de nuevo se han torcido para tu hija y para ti. También se que hoy es un día perfecto para realizar uno de esos recorridos que tanto te gustan por mis arterias y sobre todo por la más grande de ellas… LA SALA PEZ… si te das prisa dispones de un par de horas a tus anchas… nada ni nadie romperá tu silencio, te lo prometo”



Vistas desde la parte de atrás del Museo












Puente de La Salve en el que se integra el Museo





En ese preciso momento la ria se cubrió de una espesa niebla que de vez en cuando se dispara desde el propio museo creando un ambiente absolutamente fantástico en el entorno.










Dicho y hecho, di la vuelta al coloso de titanio, bajé los escalones que separan la gran explanada en la que el Pupy da la bienvenida a los visitantes y me sumergí de golpe en la sala Pez. Hay en estos momentos una gran exposición que quiero ver, que es ”Todas las historias del arte: Kunsthistoriches Museum Viena” pero lo haré otro día. Ese día me esperaba mi sala favorita.















Mientras recorría la sala escuchaba a Within Temptation, os dejo una de las canciones.




The Swan Song


Cuando se inauguró el Museo en Octubre de 1997 (éste fue uno de los mejores años de mi vida, por muy diversos motivos) la Fundación Guggenheim encargó a Richard Serra una obra especial “la serpiente” para que quedase siempre depositada en esa sala.







Es la sala más grande del Museo, está situada en la planta baja y a ella se accede desde el atrio. Hoy esa sala alberga la colección “La materia del tiempo” de manera permanente. A la primera obra de Serra se unieron para formar esta colección, 7 esculturas más creando un espacio mágico, casi onírico y conformando una instalación única, sin precedentes en la historia moderna. No podían haber elegido mejor nombre para definir a las obras de Serra.









Ambos, el atrio y esta sala, son los lugares más especiales para Frank Gehry el arquitecto que diseñó el Museo.

El atrio está coronado con un techo de cristal en forma de flor, que funciona como un corazón que bombea a los visitantes a las diferentes galerías, que son las arterias del museo, a través de un juego de pasadizos y puentes elevados.



Solo el suelo del museo es recto, el resto de formas son curvas, con cualidades oníricas. Dice Gehry que sus formas son su manera de pensar, mientras piensa se convierte en voyeur de sus propios pensamientos y se deja llevar por sus manos permitiendo que la línea de tinta de su bolígrafo, vaya creando libremente sin levantar la mano.

Todo en ese curvilíneo atrio evoca a su infancia, cuando iba con su abuela al mercado para comprar carpas vivas, que al volver a casa soltaban en la bañera. Las escamas de las carpas, su viscosidad y sus formas sinuosas fueron creando en su interior un mundo que más tarde plasmó en sus obras de arquitectura. La forma del pez le enseñó el diseño libre. Y por ello bautizó la galería más grande como “Galería pez”



Las esculturas de Serra, son auténticas obras de ingeniería. Se mantienen en pié por si solas, no están ancladas al suelo ni a lugar alguno, las inclinaciones están calculadas con complejos programas de ordenador y cada una de ellas pesa varias toneladas.







Una vez dentro de ellas el tiempo deja de existir, te ves inmerso en un mundo diferente, pasas a formar parte del entorno y de la escultura. Caminas por sus recovecos, por sus estrechísimas calles interiores y vas analizando y descubriendo sus formas, sus texturas, el color y el tacto de ese material tan nuestro, tan de esta tierra, el acero sometido a procesos de oxidación.









Serra explora en estas esculturas las formas hasta límites insospechados. Desde una elipse doble relativamente sencilla, hasta la complejidad de una espiral. Todo varía dentro de ellas, el movimiento, las formas, la percepción de los espacios…







Por ello me siento tan libre y tan fuera del mundo, en las escasas ocasiones que puedo disfrutarlas a mis anchas, para mi sola. Me gusta recorrerlas deprisa, de manera que en mi cabeza se produzca esa especie de mareo que apenas te permite seguir doblando curvas, sin caer sobre el acero hacia uno u otro lado. Y despacio, saboreándolas y dejando que el tiempo se detenga mientras mi mente recorre momentos, tiempos y lugares pasados o futuros… es igual… allí dentro se mezcla la realidad con la ficción como en ningún otro lugar.











Acaba uno percibiendo movimiento donde no lo hay. Según vas recorriendo y recorriendo esas tremendas elipsis o esas curvas sinuosas de la serpiente se crea dentro de ti una vertiginosa e inolvidable sensación de espacio en movimiento.







En definitiva el Museo cumplió su promesa, pasé dos horas maravillosas perdida en absoluta soledad en esa sala. El acero fue una vez más, a pesar de su aparente frialdad quien me reconcilió con el mundo, con la vida y con mi momento actual. Le prometí ser más paciente...

Por primera vez en mi vida pude hacer cuantas fotos quise (está prohibido). Hice más de 300 fotos esa mañana. Jamás se me ocurriría hacer fotos en las galerías de pintura, pero sinceramente al acero creo que nunca podría dañarle la luz de mi cámara. Además desde que el Museo me habló sabía que iba a compartir esta experiencia con vosotros y necesitaba las fotos para poder haceros comprender las sensaciones y sentimientos que esa sala "PEZ" acostumbra a regalarme.

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