MI PRIMAVERA ORIENTAL
Me apasiona el mundo oriental y por encima de todo la cultura japonesa.
Durante años busqué la manera de adentrarme es esa cultura sin lograrlo. En mi ciudad no había cursos o talleres de las disciplinas que yo buscaba. Sin embargo, cuando dejé de buscar… ese mundo vino a mi encuentro.El año pasado, pude por fin acudir a clases de Shodo (camino para aprender la escritura) y por ello en el mes de Julio me aislé en aquella cabaña que me permitió estudiar y practicar lo que en dichas clases aprendía en aquellos momentos.
Bi = Belleza
Do= Camino
Primavera-Belleza-Camino
La esencia de la cultura japonesa me traspasa cada vez que tengo la oportunidad de establecer un contacto directo con ese mundo.
Esa esencia podríamos definirla a través de tres palabras: Nieve, Luna y Flores. “ Setsu-Getsu-Ka”
Toda la filosofía japonesa se mueve dentro de estos términos. Los encontramos en sus Fiestas, en sus Kimonos, en sus composiciones de Ikebana, en los Haiku…
Este invierno tuve la oportunidad de acudir a un Taller de Haiku durante 3 meses y adentrarme en el fondo y en la forma de esta disciplina. El tema por excelencia en los Haiku, tanto en Japón como en occidente es la naturaleza, ya que éste es el marco en el que se insertan los sentimientos.
La palabra clave del Haiku es el Kigo, sugiere la estación a la que corresponde con el fin de ponerlo en escena, de ambientarlo, auque también puede ser una palabra relativa a algo material y concreto.
La fotografía de este último haiku, corresponde a un cuadro pintado por mi ama. Cuando el profesor propuso la palabra “otoño” (el kigo en este caso de este haiku) supe de inmediato que iba a utilizar esa imagen y a tratar de equiparar el otoño de su vida con el de la naturaleza a través de esas bellas hojas. Y es que su otoño estuvo lleno de tanta fuerza y tanta belleza como la que las hojas que pintó desprenden.
La cultura japonesa se resume en la fusión de sus vidas con el entorno natural.
Estos 4 kanji representan los 4 elementos de la naturaleza: viento, flor, luna, pájaro
Por ejemplo el “Ohanami” es la costumbre de contemplar los cerezos en flor en la primavera
El “Tsukimi” es la observación de la luna llena en el mes de septiembre”
O el “Yukimi” la contemplación del paisaje nevado en invierno.
Es curioso como en este bucle que es la vida, las cosas se van encontrando poco a poco y los engranajes del destino hacen posible que cada una de ellas vaya ocupando su lugar. Generalmente no suelo necesitar ir hacia las cosas, sino que las cosas suelen venir hacia mi, a partir de ello permito e incluso provoco que las energías fluyan en ambos sentidos, de hecho me gusta sentirme en cierta medida como un imán que puede capturar y atraer bellas miradas, situaciones y momentos en apariencia cotidianos, pero en esencia, especiales y únicos. Esos momentos que en definitiva nos acercan un poquito a la felicidad.
Bi= BellezaYa lo sé… sé que la felicidad es una actitud y el optimismo una cuestión de voluntad y que de esa actitud y de esa voluntad dependen nuestras miradas.
También sé que cuando la realidad amenaza con dañar mi mirada, acostumbro a cerrar los ojos y crear otra realidad y es en esa realidad donde me acurruco y me acomodo en esos momentos y a la que dirijo mis miradas.
Cuando estas últimas semanas se me antojaba complicado cambiar el rumbo de esas miradas, de pronto descubrí que no necesité evadirme de mi realidad para lograrlo. Ellas solas encontraron el camino.
El miércoles pasado, al salir de la Universidad por la noche, me sorprendió una bola de fuego amarillenta, completamente redonda, parecía trazada en medio del cielo con un compás. Nunca había visto semejante luna. Me quedé extasiada mirándola y lamentando una vez más no llevar mi cámara a cuestas.
Estaba posada encima del puente de La Salve y yo la observaba desde la pasarela Arrupe. Sus dimensiones eran descomunales.
Puente de la Salve y Museo
Universidad y Pasarela
Descargando en el suelo libros y bolso, me apoyé en la barandilla de la pasarela y me introduje cómodamente en el interior de esa luna, para dedicarme a viajar en el tiempo y en el espacio de mis días a través de sus cráteres, sus luces y sus sombras. Mientras la contemplaba me trajo a la memoria de mis recuerdos aquellos besos dados a la luz de la luna e incluso esos otros besos que nunca me dieron… si… los que están por llegar y que se que algún día… él me dará a la luz de esa luna.
En paralelo a esa “luna” y con motivo de la exposición de Murakami en el Museo Guggenheim, se organizaban una serie de talleres sobre diversas disciplinas japonesas y precisamente al día siguiente, al ladito del lugar en el que esa luna me había sorprendido, acudí a un taller de Kitsuke (arte de vestir un Kimono), que nuevamente hizo posible que mi mirada se llenase durante unas horas de la esencia de esa cultura japonesa que tanto me gusta.
La luna que la víspera había eclipsado mi mirada, esa noche no quiso aparecer. Se escondió… no permitiendo que mi cámara capturase su belleza… me senté al borde de la ría a esperarla, pero no quiso honrarme con su presencia … creo que fue mejor así, porque quizás las imágenes que dejó en mi retina, nada tuviesen que ver con lo que la cámara hubiera captado.
Me ocurrió lo mismo que el día que descubrí la hilera de arces rojos japoneses, cuando al día siguiente volví para fotografiarlos para Izaskun, sus hojas habían desaparecido. Creo que este será a partir de ahora mi triangulo mágico, porque en él he descubierto muchas de mis mejores miradas. En un puente cercano fue donde descubrí los tangos escondidos en aquella baranda que me llevó hasta las miradas de Pato.
El viernes pude disfrutar de un taller de Ikebana (arte floral japonés) a través del que nuevamente pude contactar con esa esencia de la que hablaba al principio.
Recordé que Ikebana es una bienvenida a los invitados, que al llegar lo primero que hacen es contemplar la composición que su anfitrión ha preparado para ellos.
El Guggen como siempre me sorprendió con otra de sus múltiples caras, en esta ocasión la enigmática que en esa maravillosa noche lucía como nunca. Su silueta no luce dos días igual, la luz, la hora, la bruma, la lluvia… todo hace que el titanio que lo recubre jamás refleje la misma imagen
En definitiva toda la estética y la belleza que en esas tardes atesoraron mis ojos, me permitió una vez más modificar mi mirada y prepararla para afrontar esas situaciones menos amables que siempre, en esta peculiar vida que me ha tocado vivir, suelen estar por llegar.
Aunque también se, que esa misma vida me deparará grandes sorpresas como la de compartir más de una íntima ceremonia de té…
Pensando en ello elaboré este haiku
Como digo siempre… LOS BUCLES DE LA VIDA… que nunca dejen de sorprendernos...