EL MUNDO DE LOS SUEÑOS

31 mayo 2009

MI SUEÑO ORIENTAL… ALAVÉS


Night of Bejing-JIA PENG FANG



Soñaba yo en días pasados con ese mundo mío tan oriental que puebla mis adentros en los últimos tiempos y en esos cerezos en flor a punto de estallar en pleno mes de mayo, como nubes blancas de algodón que miran al cielo.

Y soñaba con ir a Japón y llenar mis retinas de Sakura (la flor del cerezo) participando en alguno de los tradicionales hanami que en estas fechas se celebran. El hanami es una tradición muy antigua que consiste en reunirse en los parques, bajo la sombra de los cerezos para contemplar de forma masiva el florecimiento de sus efímeras flores.



Estaba el pasado viernes día 22 en medio de esos sueños adormilados con los que acompaño mis primeros ratos en el despacho cada día, cuando del interior de uno de los periódicos que miro a diario (parte de mi trabajo), de pronto se asomó “la guía para salir GPS” y allí en primera plana aparecían esas preciosas flores de fresno mirándome.

El titular no podía ser más adecuado a mi momento: “El valle de los fresnos en flor”… pensé de inmediato en localizar el artículo que imaginaba hablaría de algún lejano lugar, para poder seguir soñando un rato mientras lo leía…

Sin embargo en letra pequeña, añadía… paseo primaveral por el barranco de Oca (Álava). No podía creerlo… al ladito de Bilbao, a unos 70 kilómetros. Me adentré en las páginas de la guía y un artículo de Francisco Góngora titulado “Los árboles del maná” relataba como una vez al año, a lo largo de 10 y 15 días de mayo, un milagro botánico tiñe de blanco el barranco de Oca. Es la floración de los fresnos. Y justo en estos días estaban en todo su esplendor.



Apenas se conoce este fenómeno al parecer y así pudimos comprobarlo en nuestro periplo para llegar a divisar los escondidos fresnos. El fenómeno se produce una vez al año en un pequeño desfiladero de unos 4 kilómetros de longitud que separa las sierras de Badaia y Arrato, al noroeste de la capital vasca.

Sólo en bosques mediterráneos de Valencia y Alicante, dentro del parque natural de la Font Roja, se encuentran poblaciones de la importancia del pequeño desfiladero de Oca. De hecho a esta especie de fresno florido o árbol del maná, se le cataloga en el País Vasco como “especie rara”, ya que no es una especie típica de la zona.

A la vista de semejante noticia, no podía quedarme de brazos cruzados mientras seguía soñando con la floración de los cerezos en Japón o en el Valle del Jerte, sabiendo que a menos de una hora de Bilbao, me esperaba una familia de fresnos en plena floración.

El sábado a primera hora de la mañana salí con mi hermana, rumbo a Vitoria (capital de Álava y de la Comunidad autónoma del País Vasco) y en menos de 1 hora estábamos en un pequeño pueblecito llamado Hueto de Abajo, con apenas media docena de habitantes y sin embargo con una preciosa Iglesia románica completamente restaurada y un minúsculo cementerio… Adoro los cementerios de los pueblos pequeños.


















El paisaje de Álava me enamora siempre, tan cerca y tan lejos del paisaje de mi querida Bizkaia. No tiene mar, pero no lo necesita… sus campos llanos e inmensos, con mil y un tonalidades de verdes, azules, ocres y amarillos me permitieron perderme en su horizonte, como acostumbro a hacerlo en mi mar.






Desde dicho pueblo nos desplazamos hasta Hueto de Arriba otro precioso pueblecito, con unos 50 habitantes, también con su correspondiente Iglesia románica perfectamente restaurada, en cuyo campanario no podía faltar una cigüeña para que la estampa resultase perfecta. A partir de ese momento, una vez aparcado el coche iniciamos la búsqueda de mis floridos fresnos.






Y aquí el tiempo se detuvo… sabíamos que tardaríamos horas en llegar a la zona donde florecen los fresnos, por ello comenzamos a caminar guiadas más bien por la intuición ya que no había ni una sola señalización en los caminos a recorrer, pero nos daba igual, la belleza de esos campos por si sola ya justificaba nuestra excursión.

El periódico decía que la mayor densidad de ejemplares de fresno se encuentra en el fondo del barranco, en una zona conocida como fuente de San Juan, la más resguardada por el viento. Por ello nuestro horizonte fue siempre la zona del barranco













Apenas dos horas después empezamos a ver los primeros ejemplares de fresno apostados a los lados del camino… sus flores con aspecto de frágil algodón los delataban

















Cuando llevábamos casi 3 horas caminando y sin haber llegado aún al lugar en el que al parecer se encuentra la mayor población de fresnos, decidimos volver. La falta de señalización nos llevó a volver sobre nuestros pasos en más de una ocasión y por ello a perder ese tiempo que hubiéramos necesitado para llegar al final de la aventura.

De cualquier manera, el lugar es una maravilla, sembrado de encinas, arces, quejidos, robles, madroños y multitud de flores… orquídeas, botones de oro, aguileñas…










Desde los mil caminos que recorrimos a pie, se divisaban Iglesias, Torres, Castillos, campanarios… en cualquier dirección que se fijase nuestra vista, adivinabas un pequeño pueblo por descubrir. Y allá que nos fuimos al atardecer, a explorar la zona palmo a palmo. En esta ocasión en coche, claro está.

Y descubrimos La Torre de los Hurtado en Mártioda y su Iglesia y sus ruinas… Me encantan las ruinas… en mi imaginación se funden con mis sueños y me monto la película de lo que allí debió de acontecer… hace siglos.












En tiempos lejanos, el barranco de Oña tuvo mucha importancia al parecer como paso natural entre las sierras que lo rodean de Arrato y de Badaia, para unir la Llanada con los puertos del Norte. Esta Torre se levantó precisamente para controlar la zona, así como la de Mendoza, en la villa del mismo nombre, allá por el siglo XIII.

Las dos familias se unieron posteriormente y formaron un linaje de gran importancia en la historia de Álava y de España.

Y aquí descubrí algo asombroso… y es que el Arcipreste de Hita, relacionado con alguno de los Mendoza, escribió algo que yo desconocía sobre una dama y mi apellido. Ese descubrimiento me causó muchísima sorpresa porque los orígenes de ese apellido para nada los situaba yo en el lugar en el que eso se escribió.












Por último visitamos el pueblo de Estarrona, que con su Iglesia subida en lo alto de una pequeña loma, nos llamó desde lejos y no pudimos dejar de acudir a esa llamada.









Y llegó la hora de volver a casa, de abandonar esas tierras cercanas y queridas mientras las luces cambiaban sus miradas para ofrecerme una despedida intensa.





¿Quién dice que Álava no tiene mar? … yo lo vi escondido entre nubes de algodón





Una de mis últimas miradas fue oriental, no podía ser de otra manera… mientras tumbada en la hierba me llenaba de cielo, de paisajes y nubes, descubrí un bello bordado dibujado en el cielo con tinta china negra, a través de las formas que las hojas de un árbol establecían en el horizonte… y durante un buen rato, jugueteé con él buscando entre sus trazos las siluetas de infinidad de pajarillos.




Como siempre todas las fotos están hechas por mi y pertenecen al momento que narro, excepto logicamente las 2 primeras.

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