EL MUNDO DE LOS SUEÑOS

29 agosto 2008



EL AZUL NO HACE RUIDO

De Jean-Michel MAULPOIX – Traducción Ignacio DE LA SERNA




Tibet´S Sun-BIYABA-Chill In India



El azul no hace ruido.






Es un color tímido, sin doble intención, presagio ni proyecto, que no se arroja bruscamente a la mirada como el amarillo o el rojo, sino que la atrae, la domestica poco a poco, le permite acercarse sin apremiarla, de modo que se sumerge en el, se enceguece y se ahoga sin darse cuenta.







El azul es un color propicio a la desaparición.






Un color donde morir, un color que libera, el color mismo del más allá, del alma después de haberse desembarazado del cuerpo, del amor cuando palpita en el vacío, del interior del hombre después de haber salpicado toda la sangre y haberse vaciado las vísceras de sus entrañas y el mobiliario de sus pensamientos haberse mudado para siempre.






Indefinidamente, el azul se evade.






En realidad no es un color. Más bien una tonalidad, un clima, una resonancia especial del aire. Un amontonamiento de claridad, un tinte que nace del vacío agregado al vacío, tan cambiante y transparente en la cabeza del hombre como en el firmamento.






El aire que respiramos, la apariencia de vacío sobre la cual se agitan nuestras figuras, el espacio que atravesamos, no son otra cosa que ese azul terrestre, invisible, que tan cerca está y se funde con nosotros, vistiendo nuestros gestos y nuestras voces. Presente aún en la recámara, todos los postigos cerrados y todas las lámparas apagadas, insensible atuendo de nuestra vida.







Este texto, se leyó en los encuentros franco-españoles de poesía celebrados en Bilbao del 24 al 26 de abril de 2001 bajo el título ¿Que puede la poesía? Que peut la poésie? Zer egin Dezake Poesiak?

Mi ama participaba activamente en todos los eventos que se celebraban en Bilbao, relacionados con la poesía. Ordenando sus papeles lo encontré y lo guardé para editarlo y dedicárselo especialmente a aquellos blogs de amigos y conocidos que han incluido este color en su nick o en el nombre del blog:


Airblue con sus “Sueños de Aire Azul”







Cielo azul en su “Cielo Azul”





Gwynette con “Debajo del jarrón azul”





Luna azul y sus “Miradas de Luna azul”





Mandarina azul y su “A tontas y a locas”





Siempre con historias desde “Ballena azul”





Sintagma con “Sintagma in Blue” y “Poética in Blue”






Y a cualquier otra persona, que lleve ese lindo color prendido de su blog o de su piel.



19 agosto 2008

5.- JUNTOS EN UNA ROMÁNTICA VELADA



“Los fuegos del atardecer llaman a la luna y hacen la señal del silencio para la noche de amor”.- André Suarés




Spente le stelle- EMMA SHAPLIN



Mi llegada debió de ser la última, porque tras de mi, el enorme portalón por el que había accedido al Palacio se cerró y al fondo de la gran sala en la que nos encontrábamos, se empezaron a mover los tabiques dando lugar a otra gran estancia al final de la cual se encontraba perfectamente dispuesta una orquesta. La orquesta cuya música había escuchado mientras subía la escalinata.

Pensé que de no haber llevado aquella máscara hubiese salido corriendo, porque creí ser incapaz de afrontar aquella velada yo sola entre tanto desconocido. Es increíble el efecto que puede tener una máscara sobre nosotros y nuestra forma de actuar. De alguna manera te aísla, te impide mostrar tu timidez y tus miedos. Por otro lado te hace más desinhibida de lo que habitualmente eres.Te permite ser, más como quisieras ser, que como realmente eres.



Necesitaba desesperadamente que mi enigmático anfitrión diese ya la cara, no podía esperar más. Los nervios empezaban de nuevo a hacer estragos cuando un esquelético demonio se me acercó por detrás, susurrándome al oído un… “Bienvenida a Venecia “.

Me volví bruscamente deseando descubrir por fin tras aquella máscara, una cara, una imagen, un cuerpo conocido. Sin embargo, ni la voz, ni la complexión física me recordaban a nadie.

Me limité a responder: Muchas gracias, ¿te conozco?

Me respondió con un escueto “creo que no, tan solo me he acercado a saludarte, porque te he visto llegar sola y porque siento verdadera pasión por el mundo oriental y tu caracterización de Geisha, es absolutamente perfecta. ¿Me permites acompañarte? "

Por un momento pensé en decirle que no estaba sola, que estaba acompañada, pero al mismo tiempo me dije que si mi enigmático caballero tardaba en darse a conocer, la velada sería más agradable estando acompañada. Acepté su compañía y comenzamos una entretenida charla sobre las circunstancias que a cada uno de nosotros nos habían llevado a Venecia en dicha fecha.



Lo primero que le pregunté fue su origen, porque estaba claro que era español, la ausencia total de acento extranjero así lo confirmaba. Me contó que formaba parte de un grupo de personas que invitadas por la Empresa X habían viajado a Italia, por eso en estos momentos estaban en Venecia, porque la fiesta era privada para los clientes de dicha empresa.

Por fin supe que mi desconocido amigo era C. ... Tenía que ser él.

C. forma parte de la dirección de una multinacional, con sede en el Pais Vasco. Dicha empresa acostumbra a realizar viajes una vez al año para agasajar a sus mejores clientes. Los directivos de la misma viajan siempre acompañándoles.

Por lo tanto, TENIA QUE TRATARSE DE C.

La verdad es que el tiempo que permanecí charlando con el diablillo se me hizo eterno, no hacía más que buscar entre las máscaras y los distintos disfraces a C. Pensaba una y otra vez de que podía haberse disfrazado y deduje, que le conocía menos de lo que él me conocía a mí. Porque a la hora de elegir mi disfraz no dudó ni un momento de cual elegiría yo. Sin embargo, yo no tenía ni idea de cual podía haber elegido él.

De pronto… tras un descanso de la orquesta, los músicos volvieron a ocupar sus lugares y tras unos breves minutos entonando y afinando sus instrumentos, empezaron de nuevo a tocar. Aquella música penetró en mi cerebro, no podía creerlo, por segunda vez en la misma noche, la música me trasladaba a románticos momentos vividos, en este caso con C. Se trataba de la melodía que Sam, el pianista del Ricks-Café, toca en la película Casablanca, titulada “El tiempo pasará “.

Recordé cuando había visto dicha película por última vez. Fue una madrugada de sábado, cuando tras cenar con C. en el Restaurante del Guggenheim, habíamos terminado la velada en mi casa, de manera totalmente inesperada, viendo dicha película.





As time goes by- CASABLANCA


A sigh is just a sigh

You must remember this

The fundamental things apply

As time goes by

And when two lovers woo,


They still say “love you”

On that you can rely

No matter what the future brings

As time goes by



Recuerda esto

Un beso no es más que un beso

Un suspiro no es más que un suspiro

Las cosas fundamentales se juntan

Mientras pasa el tiempo

Y cuando los amantes se cortejan

Aún dicen “Te quiero”

Puedes contar con eso

Traiga lo que traiga el futuro

Mientras pasa el tiempo


No pude pensar mucho más, mientras bailaba con mi desconocido diablillo, sin hacer apenas caso a cuanto me decía, observé a lo lejos, que un bellísimo Arlequín se dirigía hacia nosotros mirándome fijamente, de frente, con determinación. Su traje era una replica perfecta del que luce el arlequín de Picasso, dedicado a su hijo Paulo. Estaba elaborado en una especie de tela de seda, a base de rombos amarillos y azul añil, con los puños y cuellos confeccionados con bordados blancos perfectamente almidonados. En los pies unas manoletinas negras y en la cabeza un tocado similar al que luce el arlequín en dicho cuadro de Picasso.



Sin mediar palabra, se acercó a nosotros y susurró algo al oído del diablillo, que al instante se despidió de mí, con un escueto “Ha sido un placer acompañarte Pizarr mientras tu desconocido pretendiente te observaba en silencio “. No daba crédito a sus palabras, por lo visto era alguien enviado por él para hacerme más grata la espera. Quise contestarle, preguntarle, pero no fue posible.

El Arlequín me cogió por la cintura con fuerza, como evitando que pudiese desear marcharme y sin mediar palabra empezamos a bailar. Mi corazón latía a mil por hora. Por un lado sabía que se trataba de C. pero por otro dudaba, porque no había aún oído su voz y tampoco la vestimenta ayudaba, porque distorsionaba mucho el cuerpo, la altura incluso diría yo. Cerré los ojos, rodeé con mis brazos su cintura y me acurruqué, apoyando mi cabeza contra su pecho.

Tan solo dije “Por favor C. dime que quieres de mí… dime que pretendes conseguir con todo esto “

Acercó su cara hacia la mía y realizó un solo movimiento… me dio un maravilloso beso, uno de esos besos suyos que jamás nadie antes me había dado. Un beso suspiro.

Ese era el gesto que en su carta me anunciaba y que según él, haría posible que sin siquiera oír su voz yo supiese a ciencia cierta de quien se trataba.

El motivo por el cual, lo bauticé en su día como “El beso suspiro “, obedecía al hecho de que no es un beso que se da, sino que se trata de un beso que de alguna manera él recibe mientras lo da. Era un beso, en el que acercando sus labios al lóbulo de mi oreja, en lugar de depositarlos para besarla, se limitaba a inspirar aire, como en un auténtico suspiro, simplemente rozando de manera imperceptiva mi piel, mientras mis oídos recibían el sonido del aire que inspiraba. Por eso lo bauticé como el beso suspiro. Solo él podía dar un beso de manera semejante. Era un beso, que ineludiblemente siempre representaba el preámbulo de muchos más. Era un beso que te acariciaba y te transportaba como ningún otro beso, hacia esos otros besos por llegar.

Besos, que como diría mi amiga Calle pueden denominarse de mil maneras, el beso caracola, el beso nube, el beso árbol…, y mil besos más.

Besos como los definidos por mi amigo Dédalus de manera tan magistral en su entrada del 25 de abril pasado: “Sublimes, ingenuos, tibios, nerviosos; besos sustraídos en un descuido; besos rotos, delirantes, mudos, leves y apresurados; besos de fresas, granadas y cerezas, besos cárdenos, dulces como la malvasía…”


No necesité más, tan solo le pregunté: ¿Por que todo esto?

El tan solo me contestó:

“Porque me moría por perderme de nuevo entre tu piel “

“Porque todos mis esfuerzos, por seguir estando cerca de ti, resultaron inútiles“

“Porque sabía que aunque en su momento tu cabeza dominó a tu corazón, también sabía que hoy en este entorno, iba a ser tu corazón quien resultase vencedor”

“Porque necesitaba intentarlo por última vez”

Las siguientes horas dejaron de existir para ambos, bailamos sin parar toda la noche, hasta que las luces del alba empezaron a aparecer a través de las cristaleras.



Apenas cruzamos palabra a lo largo de la noche, tan solo las precisas para expresar lo que nuestros cuerpos y nuestros corazones estaban sintiendo en aquellos momentos.

Cuando comprendimos que la velada estaba tocando a su fin, nos miramos de nuevo a los ojos y me preguntó: ¿Y ahora que?

Tan solo le contesté: “De acuerdo, tres días, tres maravillosos días nuevamente a tu lado. Pero no puedo decirte que ocurrirá después entre nosotros. Sabes que las circunstancias que rodean mi vida me impiden prometerte nada en estos momentos.”

No me contestó, tan solo evitó que yo siguiera hablando, de alguna manera sabía que las palabras podían traer de nuevo la sensatez, la cordura y el sentido común a mi cabeza. Lo evitó poniendo su mano en mi boca, acompañando dicho gesto de un... "SSSSS No digas nada por favor”.




Venecia sin ti - FRANK POURCEL


Al término de los tres días, el jueves día 6 por la mañana, un vaporetto me recogió en la escalinata del hotel. C. ya había regresado al suyo hacía unas horas. Su viaje continuaba durante tres días más por el Norte de Italia con los invitados de la Empresa para la que trabaja.

Los vuelos hasta aterrizar de nuevo en el aeropuerto de Sondica, fueron los más tranquilos que jamás haya realizado, ni el miedo, ni la angustia que siempre me acompañan en un avión hicieron acto de presencia. Mi cabeza daba una y otra vez vueltas a cuanto había ocurrido en ese viaje. Me parecía que había salido de casa hacia una eternidad.



No quería pensar en el futuro, tan solo existía el presente. Ese presente que de pronto, cuando menos podía imaginar se había colado de nuevo en mi vida llenándola de aire fresco, de maravillosas sensaciones, no olvidadas, pero si de alguna manera archivadas en un rinconcito del disco duro de mi cerebro. En ese rinconcito en el que archivo todo lo bello que ocurre en mi vida, pero que por circunstancias de esa misma vida, acostumbra a no tener continuidad.

De esa manera puedo seguir adelante cada día. Porque sé que en cualquier momento, tan solo preciso encender el ordenador de mi cerebro y una vez localizado el archivo adecuado, pulsando intro, puedo volver a vivir de nuevo, cuanto quiera de aquello ya vivido.

Tras este viaje de una cosa estoy segura, por fin pude ver Venecia con los sentidos y no con la vista. Por fin pude sentirla con el corazón. Eso era lo que yo perseguía hacia años. Sus puestas de sol me acompañarán siempre.





Henry James, escribió en sus “Horas Italianas “, que solo viviendo día tras día en Venecia, podía sentirse la plenitud de su encanto, solo entonces el viajero permite, que la exquisita influencia de la ciudad se apodere de su espíritu.

Según él, Venecia tiene las variaciones de una mujer nerviosa, sólo se conoce cuando se han visto todos los aspectos de su belleza en profundidad. Tiene el espíritu alto o bajo, es gris o rosa, fresca o pálida, según el tiempo y según la hora en que se viva.

Yo, tan solo añadiría un detalle a las apreciaciones de Herry James…” Y según la compañía“.

Porque verdaderamente creo, que siendo muy importante el entorno en el que una historia de amor se desarrolle, no podemos olvidar que lo verdaderamente importante son sus protagonistas.



Bueno… amigos que habéis compartido esta romántica historia conmigo… se que ahora vendrán las inevitables preguntas:

¿Realidad o ficción mi historia?

¿Existen J. y C. realmente?

¿He estado alguna vez en mi vida en Venecia?

Será que deseé tan ardientemente una aventura como esta, que la imaginé vivamente… que sinceramente la SOÑE y me la creí… y por ello inevitablemente sucedió?????

16 agosto 2008

4.- LOS PREPARATIVOS Y EL BAILE




“El misterio de las sombras vuelve más ardiente el misterio de las aguas”.- André Suarés en su Viaje del Condotiero




Spring Rain de MIZUYO KOMIYA


Decidí que iba a vivir esta experiencia a tope y que habría tiempo de ser sensata de nuevo al término de la misma. Nada ni nadie me iba a estropear ese momento.

Me dirigí al armario y al abrirlo, no pude evitar una exclamación. No necesité sacar los disfraces para saber cual iba a ser mi favorito. Mis ojos se fijaron en un fantástico kimono de seda azulado, reversible en rojo.

Los bordados representaban imágenes de la naturaleza, suaves motivos florales de tonos pastel y alilados, tenúes hojas mezcladas entre ellos y una especie de Ave Fénix bordada en blanco, resaltaba por encima del resto.

El obi o faja, era de la misma tela de la cara interior del kimono, es decir rojo.



Por un momento, volví a ser la personilla juguetona y divertida en la que acostumbro a convertirme en ciertas ocasiones y pensé que era una lástima que fuesen casi las 11 de la noche, porque de lo contrario me habría aventurado por las calles de Venecia y hubiese alquilado un traje, con el fin de confundir a mi anfitrión y convertirle de pronto, en el cazador cazado. Porque estaba segura de ser capaz, de adivinar entre las personas que al parecer iban a acudir a dicha fiesta, quien de entre todos los caballeros, era mi caballero andante. Pero… no era posible. Las tiendas, estaban cerradas.

Comencé a prepararme, sin dudarlo elegí el kimono y poco a poco me fui colocando capa tras capa las diversas bases que hacen posible que el auténtico kimono, tenga el aspecto de firmeza que la seda del mismo no conseguiría por si sola imprimir, si éste se colocase sobre la piel.

De nuevo, mi enigmático anfitrión me daba pistas de ser una persona que me conocía perfectamente, a niveles muy íntimos. Ya que una de mis prendas favoritas para estar cómoda en casa, siempre han sido los kimonos y las túnicas. Lógicamente se trata de kimonos mas sencillos. Los tengo de todas las formas y colores, incluso heredados, ya que es una costumbre de las mujeres de mi familia que recuerdo desde que yo era niña.



En una caja forrada de papel de seda rojo, encontré unas geta del número 36, junto a ellas unos tabi o calcetines de algodón blanco con dos dedos, especiales para este tipo de calzado.



Mis auténticas Geta del nº 36


Tocaron a la puerta… era una joven alta, estilizada y muy guapa. Se presentó como “la peluquera“ y añadió que en poco más de media hora me recogerían en el embarcadero.

Traía una especie de maleta de la que sacó una peluca de color negro azabache y un estuche de maquillaje.

En la nuca, considerada por los japoneses como una de las zonas más sensuales en una mujer, realizó un dibujo de dos puntas. También suele realizarse en forma de media luna.







Una vez maquillada como una auténtica Geisha, tras colocarme la peluca, la atravesó con pasadores de nácar y horquillas de diversos colores.









Me informó que eran un regalo de mi anfitrión, al igual que los pendientes y la mascara que iba a lucir esa noche. No era de esas sofisticadas, llena de plumas y de colores, que suelen aparecer en este tipo de bailes. Se trataba de una máscara auténtica del carnaval de Venecia, la clásica, elaborada en cuero con delicados rasgos, que acostumbra a dejar los labios al descubierto. Una simple cinta roja de seda, se utiliza para atarla por detrás de las orejas.





Por último me ayudó a colocar el kimono. Envolví el lado izquierdo, sobre el derecho, y ella me colocó el obi. Es todo un arte la colocación de dicha faja. Dos vueltas completas por debajo del pecho, llegando hasta la cintura y para terminar, la gran lazada a la espalda.

Me hubiese encantado poder inmortalizar ese momento, pero no tenía cámara de fotos. Se me había olvidado por completo cuando hice el equipaje para mi aventura. Era la primera vez en mi vida que viajaba sin ella. Pensé que algún significado debía de tener. Quizás no podía quedar constancia de todo cuanto me estaba ocurriendo, porque en realidad tan solo obedecía a un sueño.



¿Estaba yo realmente en Venecia, a punto de sucumbir frente a los encantos seductores de un hasta ese momento desconocido?

La joven que me había ayudado con los preparativos, me advirtió, señalándome el reloj de pared, que la hora había llegado. Me acompañó hasta la puerta y en pocos minutos una pequeña embarcación la recogió. Pensé que en ese preciso momento, en otros Palacios o en otros Hoteles, otras mujeres al igual que yo, acababan de prepararse para acudir a una cita.

Sin embargo, estaba segura, de que la aventura que yo estaba a punto de vivir ninguna otra mujer iba a vivirla esa noche.

En pocos segundos, apareció una góndola en la que el acondicionamiento interior estaba cuidado hasta el último detalle.




El recorrido transcurrió entre pequeños Canales, en ningún momento atravesamos el Gran Canal. Unos metros antes de llegar al Puente de la Guerra, la embarcación se detuvo y tras él, en segundo plano el Palacio Tasca-Papafava se elevó en medio de la noche, con sus líneas rectas y sus numerosas ventanas, a través de las cuales, se adivinaban las luces y las sombras de las distintas estancias.






A la derecha del Palacio una estatua viviente, a modo de mimo, ataviada con un precioso traje de tonos verde-azulados saludaba moviendo su mano cada vez que alguien pasaba a su lado.




La embarcación, me dejó al pie de una estrecha escalera, cubierta de una especie de musgo verdoso que hacía peligroso caminar por ella. El olor que desprendía el agua, de pronto me recordó aquellas conversaciones con mi amigo Genin, en las que siempre acabábamos sin ponernos de acuerdo, sobre si Venecia olía o no a pescado podrido y a brea como él decía.

Un portero ataviado con un precioso traje plateado me abrió la verja que facilitaba el acceso al Palacio.








Nocturnos Op.15 nº 3 en sol menor-lento-CHOPIN


Mientras subía la escalinata, de nuevo sentí la necesidad de ser sensata, de volverme atrás y olvidar cuanto había ocurrido en los últimos días, pero cesaron mis pensamientos al comenzar a escuchar aquella música. Esa música me hizo pensar en J. ¿y si era él mi anfitrión? De alguna manera todo el tiempo deseé que se tratase de C. porque aún estaban muy recientes los meses que había permanecido a su lado y porque al fin y al cabo, siempre pensé que a pesar de tratarse ambas de relaciones imposibles, mi relación con C. había podido llegar a ser en cierta manera “normal “, hasta que yo decidí que no era justo que él hipotecara su vida y su futuro por mí.

Sin embargo no podía engañarme, mi relación con J. a pesar de ser una de las personas que más me han aportado a todos los niveles, a pesar de la gran complicidad que existió entre nosotros desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron, siempre fue excesivamente difícil y complicada, porque yo no estaba preparada para algo así en mi vida.

El si lo está, de hecho sigue permanentemente insistiendo en que me equivoqué al dar por terminada aquella relación. Durante casi dos años siguió llamándome por teléfono todos los lunes. Me demostró cuando supo enamorarme luchando contra viento y marea y ante todo luchando contra mi misma, que su edad, que era uno de los mayores escollos en la relación, nada tenía que ver con la madurez, la sensatez o la certeza de que verdaderamente estaba por encima de todo y de todos a la hora de elegir su camino en la vida.

Aquella música me hizo recordar, mientras subía por aquella empinada escalinata, aquel concierto de J. al que yo no pude acudir, porque mi hija me necesitaba y en el que tuvo la osadía de colocar el teléfono móvil, tras marcar mi número, en un rinconcito del piano, mientras ejecutaba en el último ensayo previo al concierto, aquellos nocturnos de Chopin, que jamás he oído a nadie tocar con el sentimiento que él lo hace.



Fueron muchas las madrugadas que pasamos hablando por teléfono, muchas las conversaciones en las que la música de fondo la ponía él, con su piano tocando para mí.

Si, debía de reconocer que en su momento J. me dio una auténtica lección de VIDA, aunque al parecer no consiguió hacerme olvidar los prejuicios y las etiquetas que la sociedad establece sobre lo que esta bien y lo que está mal. No consiguió hacerme aplicar a mi propia vida, todo cuanto practico de cara a la vida de los demás.

Los años, te dan poco a poco sensatez. Sin darte cuenta un día descubres que ya no haces locuras. Que todo en tu vida más o menos está previsto, planificado. La improvisación está dejando de formar parte de nuestras vidas. Por ello, mi relación con J. me aportó mientras duró, ese permanente toque de locura, esa maravillosa sensación de estar viva. Ese algo, que los años de diferencia que había entre nosotros, eran capaces de aportar a nuestra relación. Esos mismos años, que hicieron inviable la misma.

Cuando llegué a la parte alta de la escalera, observé a través del inmenso portalón abierto multitud de personas cuyos disfraces conferían a la gran estancia contigua a la entrada, un aire del pasado. Hombres y mujeres, reunidos en pequeños grupitos unos, en solitario otros, sentados, de pie, con copas en la mano, abanicos, echarpes, incluso observé un Mosquetero, con una maravillosa espada en la mano, mientras explicaba los detalles de la misma a sus acompañantes.










Pensé en mi hija, en como habría disfrutado viendo aquella espada, ya que desde los seis hasta los 14 años, en que su salud le impidió continuar con el entrenamiento, uno de sus deportes favoritos había sido la esgrima. Fue ella, quien me enseñó a distinguir una espada, de un sable o de un florete. Igualmente ella me familiarizó con los distintos tipos de puños de dichas armas. Siempre se decantó por el puño anatómico, en lugar del puño francés. Ella y su fuerte personalidad. Cuando todos los maestros usaban el puño francés, ella decidió siendo aún una niña que su puño no era ese.

Alguien alejó mis pensamientos, vestido con un impecable traje blanco y con una rosa en la mano, al tiempo que con la otra hacia un gesto de bienvenida, se dirigió a mí diciendo… Perdón, usted es…






Pizarr contesté, señorita Pizarr.



…. Continuará …

Desenlace antes de irme de vacaciones a Galicia.



13 agosto 2008

3.- LA CARTA

Yo la amaba desde mi infancia; para mí, ella era como la ciudad encantada de mi corazón. ( Lord Byron, sobre Venecia )



Widescreen - VANESSA MAE


Pensé, que mi anfitrión debía de ser alguien que me conocía muy bien, porque hasta ese preciso momento, todo cuanto había preparado para nuestro encuentro respondía a cuanto yo hubiese deseado en caso de haber podido elegir.

Como broche final, dentro del sobre había una carta. ¡Con lo que a mí me gusta el género epistolar ¡… Esas cartas maravillosas en las que los poetas, artistas y filósofos del pasado, exponían su alma, desnudaban sus cuerpos y exhibían todo su ser ante los amigos íntimos, ante sus amantes o ante sus amores imposibles, esos que a veces jamás llegaban a recibir las misivas escritas, porque éstas no llegaban a ser enviadas, sirviendo tan solo para vaciar su interior de sentimientos y desdichas.




Tomé la carta entre mis manos, la miré detenidamente queriendo adivinar en la letra algún signo conocido… era una bonita letra escrita con pluma. Pensé que apenas conocía la letra de mis amigos.

Observé el resto de la habitación y descubrí encima de un maravilloso escritorio de caoba, con barniz brillante y motivos chinos, una escribanía de plata, en la que el espacio destinado a la campanilla, había sido sustituido por una pluma modelo Venecia.




El modelo Venecia, está realizado en metal blanco, con guilloqueado longitudinal, su novedad radica en el remate del capuchón, en forma de caprichoso pináculo, del cual arranca un estilizado clip, a manera de cordón rígido.

Curiosamente llevaba tiempo queriendo añadir a mi colección de plumas, una pluma como aquella.




Imaginé unas manos finas y delicadas, escribiendo trazo a trazo el contenido de esa carta.

Me acomodé en el centro de la cama, coloqué mis brazos sobre dos cojines, respiré profundamente y comencé a leer lentamente, no quería que nada ni nadie estropeara aquel mágico momento.



Mi Querida Pizar:

Bienvenida a Venecia

Siempre supe que algún día este encuentro llegaría a producirse. Nada de cuanto te dije en el pasado, sirvió para convencerte de que mis sentimientos estaban por encima de cualquier impedimento que en aquellos difíciles momentos de tu vida pudiese interponerse entre ambos.

El hecho de que estés aquí, aunque nada más llegara a suceder entre nosotros, aunque no llegara ni a verte de nuevo esta noche, ya compensa los largos meses de espera… de esa espera que siempre supe, mejor dicho, siempre deseé, tuviera un final feliz.

Porque cuando dos personas están predestinadas como pienso que tú y yo lo estamos, el espacio y el tiempo en el que su relación se lleva a cabo, son dimensiones que no existen.

Porque el reloj se detuvo para mí, aquella mañana en la que un mensaje a tu teléfono móvil no tuvo respuesta. No supe entender en aquel momento, que la falta de contestación inmediata a dicho mensaje por tu parte, obedecía al hecho de que tu decisión de no avanzar en aquella relación, era al parecer firme.

Porque el espacio se redujo para mí, a aquel lugar y a aquel momento, en el que por última vez pude abrazarte y despedirte con un beso apasionado, sin saber que iba a ser el último.



Para estas alturas, mi cabeza ya había puesto “caras “a mi caballero andante. Uno de los presuntos candidatos, quedó descartado de inmediato, puesto que jamás habíamos podido fundirnos en un beso. Sin embargo, me resistía a pensar que pudiese tratarse de alguna de las otras dos personas que tanto habían significado para mí.




Aquella situación por un lado me halagaba terriblemente como mujer, pero por otro lado, los meses de sufrimiento que yo había pasado intentando cumplir mi determinación de alejarme de cada uno de ellos, no podía tirarlos por la borda en un instante.

Mi razón y mi mente analítica, de nuevo me pedían retirarme a tiempo, no caer, no sucumbir a todas aquellas maravillosas sensaciones que se habían apoderado de mí desde el preciso momento en que recibí en mi casa la invitación para el viaje.





Sin embargo, mi espíritu apasionado y romántico me exigía seguir adelante. Me decía a mi misma “Si has venido hasta aquí, dispuesta a todo, incluso a caer en brazos de un desconocido, tan solo por el hecho de haber sido capaz de seducirte de una manera tan elaborada y tan romántica, por que no dejarte llevar de nuevo, como hiciste cuando conociste a cada uno de ellos, de aquella forma igualmente romántica, distinta y especial, a pesar de que siempre tuviste claro, que aquellas relaciones eran imposibles.”

Caí en la cuenta de que mis pensamientos, me habían alejado de la lectura de la carta y seguí leyendo



Te preguntarás el motivo de todo este misterio y tan solo te puedo responder, que cuando me hablabas de Venecia y de tu búsqueda de sensaciones semejantes a aquellas que tantos poetas y escritores habían descrito, al igual que cuando me describías con tanta pasión las acuarelas que Turner realizó de esta maravillosa ciudad, siempre soñaba con ser algún día la persona que la recorriese de nuevo a tu lado, la persona que hiciese posible que tus sentidos despertasen ante tanta belleza.

Por ello, desde el mismo día en que desapareciste de mi vida, desde aquel momento en que de forma absolutamente contraria a mi voluntad, decidiste que lo mejor para mí era tu alejamiento, no tuve otra misión en mi vida que conseguir recuperarte de nuevo. Jamás lo habría hecho, si tu decisión se hubiese basado en tus propias necesidades o deseos. Sin embargo siempre supe, que aquello fue el mayor de los actos de amor que una persona puede llevar a cabo… Alejarse de la persona amada, en el convencimiento de que así la salva, la impide cometer un error.

No pude convencerte de que mi salvación había llegado el día en que te conocí. Ni de que el error era alejarme de ti. Siempre supe y así lo hablamos en numerosas ocasiones que nuestra relación no iba a ser fácil. Pero aquello, lejos de hacerme sucumbir, me dio fuerzas para intentar conseguirlo y de hecho durante muchos meses, creí haberlo logrado.

Cada día que pasaba a tu lado, a pesar de los malos momentos que estabas viviendo, era el mejor de los regalos para mí. Sabes que jamás te pedí más tiempo, me conformé siempre con el que pudiste darme. Las largas horas nocturnas, en las que suplíamos con el teléfono la necesidad de vernos, compensaban todas las ausencias.

Se que ahora mismo te estas preguntando. ¿Por que aquí? ¿Por que tan lejos de casa?

Porque sé, que este escenario te hará pensar. Porque confío, en que de una vez por todas, me permitas hacer con mi vida lo que verdaderamente quiero hacer. Porque tan solo te pido que pases 3 días conmigo y que al término de ellos decidas que hacer con nuestras vidas.

Porque decidas lo que decidas, todo seguirá igual entre nosotros, ambos sabemos que nada ni nadie podrá jamás separar nuestros corazones. No importa que rumbo tomen nuestras vidas, ni que los caminos que elijamos se bifurquen.


A estas alturas de la carta, mi cabeza daba vueltas sin parar a dos nombres. Por un lado, deseaba ardientemente que se tratase de C. porque había aparecido en mi vida tras haber superado mi alejamiento de J. Pero, por otro lado, pensaba que me era indiferente de quien pudiera tratarse de los dos, porque en realidad, ambas fueron relaciones terminadas con la cabeza, no con el corazón. Por ello, de alguna manera, me emocionaba casi por igual, el descubrir que pudiera tratarse de C. o de J.




Ambos habían seguido intentando sin descanso, que volviese a su lado. Por ello podía tratarse de cualquiera de los dos. No había en sus palabras nada que me hiciera decantarme por uno o por otro. Ni un detalle que delatase la identidad de mi cada vez menos misterioso admirador.





Pensé cuanto cuidado había puesto al elaborar esta aventura. Nada quedaba al azar, todo estaba pensado al detalle. No podía ser más emocionante la situación de lo que ya lo era. En realidad, en ese momento podía con una simple llamada de teléfono haber averiguado a ciencia cierta si uno de los dos se encontraba en su lugar de trabajo, con lo que por descarte, hubiera sabido de quien se trataba. Pero no quise hacerlo, quise jugar limpio. Llegar hasta el final. Para algo había viajado hasta Venecia.

Nuevamente, decidí dejar de elucubrar y seguir leyendo…



Te conozco muy bien y sé que si has venido hasta aquí, ha sido con el convencimiento de llegar hasta el final. De lo contrario, si esa máquina de análisis que a menudo es tu cabeza, hubiese vencido a tu corazón y a tus impulsos, no estarías ahora leyendo esta carta. Por ello, voy a decirte lo que quiero de ti.

A las doce en punto una góndola, te recogerá en el embarcadero y te llevará a una fiesta privada, en la que aparentemente no conocerás a nadie, porque se trata de un baile de carnaval, en el que todo el mundo acudirá disfrazado y con máscara. Se que es lo que siempre has deseado, porque el único de tus viajes a Venecia realizado en la época en la que se celebran los carnavales, resultó ser un desastre. Algo que siempre te ha apenado muchísimo, porque habías puesto en el mismo todas tus ilusiones. Por ello, aprovechando que a lo largo de los meses de Marzo y Abril, se celebran aún numerosas fiestas privadas de disfraces, decidí que era el mejor de los regalos que podía hacerte.

En el armario que hay a la derecha de la cómoda china, tienes dos maravillosos trajes, elije el que más te guste, sé que los dos serán de tu agrado, pero me atrevo a adivinar cual será tu favorito. Tiene mucho que ver con una de tus pasiones.

Como ambos precisan de un elaborado peinado, dentro de media hora una peluquera pasará por tu habitación.

Sé que en estos momentos aún dudas de mi identidad, porque conozco perfectamente tu vida, ya que entre nosotros no ha habido nunca secretos y hay otra persona, que puede que se dispute en tu cabeza, la titularidad de esta invitación. Pero también sé, que en el momento en que por fin consiga coger tu mano para llevarte a la pista de baile, tan solo necesitaré un segundo para con un gesto inequívocamente mío, demostrarte quien soy.

No seré yo la primera persona que baile esta noche contigo, por tanto no te confundas, no voy a decirte cuando lo haré. La noche va a ser muy larga. Prepárate a sentir todo tipo de emociones, sensaciones y cosquilleos, como tú sueles decir… Porque la aventura, esta vez… si que está servida querida Pizarr.

Ahora me despido de ti, como tú a veces te despedías de mí, con las palabras de Neruda, que dicen:

Hasta más pronto
Hasta más tarde
Hasta que todo sea

… continuará ???...

10 agosto 2008

2.-POR FIN EL ESPERADO VIAJE A

VENECIA





"Aprehéndeme, ahora que paso ante ti, si tienes fuerza para ello y lucha por resolver el enigma de felicidad que te propongo... e inmediatamente la reconocí, era Venecia" (Marcel Proust)



Cavatina- STANLEY MYERS-Baroque Chill Out-



Mi cabeza recordaba y repetía una y otra vez, las palabras de aquella invitación, tratando de poner cara a la persona que podía esconderse tras la misma. Intentaba recordar a quién le había hablado de ese afán que perseguía hacía años, sobre el descubrimiento de la auténtica Venecia.

Repasaba en mi mente mis últimas relaciones, amigos, compañeros de trabajo, compañeros de universidad, de cursillos o actividades mil o simplemente conocidos.

Sin embargo, algo empezaba a dirigir mis sospechas hacia un círculo cada vez más reducido de personas.

Ocurría que en los dos últimos años, (justo los peores por los problemas de salud de mi hija), mi vida a nivel sentimental se había vuelto del revés y sin buscarlas, ni esperarlas, habían aparecido en ella, tras muchos años de soledad sentimental buscada y deseada, tres personas que de alguna manera, siempre supe serían especiales.

Sin embargo, comprendí que aquel no era mi momento. Siempre he dicho que el amor y las relaciones de pareja, solo sé vivirlas de manera intensa, de manera plena y absoluta y eso en aquellos momentos, yo no podía ofrecérselo a nadie.

De pronto, tras mantener una conversación con mi amiga Marga, a la salida de su última sesión de quimioterapia, influenciada quizás por lo que el destino estaba haciendo con ella, decidí que había llegado mi hora. Que ese tren que al parecer estaba a punto de volver a pasar por mi estación, tenía que cogerlo. En ese preciso momento lo vi todo claro, la vida por alguna razón oculta, de nuevo me daba otra oportunidad… no sabía muy bien de que podía tratarse… pero decidí creer que nada malo podía ocurrirme.

Dicho y hecho, el Domingo día 2 de abril, tomé ese avión con destino a Venecia. Ya nada volvería a ser igual… Hay momentos, hay tiempos, en los que nuestra vida se detiene, espacios en los que sin motivo aparente, nada es como hasta entonces ha sido.

Las horas de espera en el aeropuerto de Barcelona, para tomar el avión con destino a Milán, ya no fueron horas de incertidumbre, ni de inquietud frente a lo desconocido. Fueron horas de ansiedad por la espera, porque para ese momento, ya sabía a ciencia cierta, que algo maravilloso iba a sucederme.

Los vuelos a Milán y a Venecia, fueron los más tranquilos de los que en los últimos años he realizado, ya que mi pánico a los aviones generalmente hace de los vuelos un infierno. Sin embargo una extraña calma empezó a invadirme según se acercaba el momento de enfrentarme a lo que el destino al parecer me había preparado.

Al bajar del avión, y tras salir de la Terminal, un vehículo negro, con los cristales ahumados estaba aparcado delante de la misma puerta. Un impoluto chofer, vestido de negro, sujetaba un cartelito en sus manos, con un nombre escrito en letras doradas sobre una cartulina negra… SEÑORITA PIZAR.

Algo se estremeció dentro de mí… dudé por un instante… pero pronto me dije… adelante….VIVE DE NUEVO UNA AVENTURA… actúa como lo hacías en el pasado… cuando dejabas que la vida te sorprendiese de pronto al doblar una esquina… quién sabe si te deparará de nuevo otra sorpresa.

Me deslicé hacia el interior del vehiculo y sin mediar palabra me dejé llevar.




Un Sospir´di Voi-EMMA SHAPLIN

Media hora después, el chofer me anunció que había llegado a mi destino. Una pequeña embarcación me esperaba, me dejé de nuevo llevar, primero por el Gran Canal, mientras el crepúsculo reflejaba sus sombras sobre la cúpula de San Simeone Piecolo. Después por los canales auxiliares.







Por primera vez, mis ojos empezaron a ver todo aquello que siempre intuí, pero que jamás había logrado ver… los magníficos palacios apostados a los lados de los canales, brillaban como nunca en la caída de la tarde. El sol bajo, se reflejaba en los trasnochados dorados de cúpulas y balconadas y dibujaba en los mismos infinitas figuras.









Figuras en las que empecé a adivinar… trajes de época… máscaras maravillosas… capas negras… magníficas espadas, sables y floretes.





La aventura estaba servida…

Al virar en un estrecho canal, de nuevo el Gran Canal se abrió ante mis ojos y al fondo del mismo apareció La Casa de Oro, su fachada la definió André Suarés como una sonrisa, de ella decía, que las ventanas enviaban besos.





Por primera vez adiviné esa sonrisa e incluso recibí un suave beso en mi mejilla, fue como un soplo de aire fresco que de pronto se posó en ella.

Por fin llegamos a un antiguo Palacete al lado del Palacio Balbi, en el Rialto, el patrón de la embarcación me indicó que aquel iba a ser mi alojamiento…! No daba crédito a sus palabras ¡






¿Quien podía ser mi anfitrión?

¿Quien en Venecia, conocía mi existencia?

¿Quien podía desear, que yo Pizar, procedente de Bilbao visitase Venecia?

Cuando la embarcación, me dejó sola en la plataforma del embarcadero, cuyo color curiosamente era el azul Bilbao… un tremendo escalofrió, recorrió todo mi cuerpo.

Encima de la puerta, se suspendía un pequeño balconcito. A mi memoria vino esa imagen medieval, en la que las damas esperaban ansiosas a sus amantes, en la oscuridad de la noche. Deseé ardientemente vivir una bella historia de amor, una aventura medieval en pleno siglo XXI.

Al momento, la puerta se abrió y un mayordomo recogió mi equipaje, mientras hacía un ademán para que siguiese sus pasos. A través de una enorme escalera de mármol blanco, me condujo a una estancia en la que depositó mi equipaje, al tiempo que me indicaba que esa iba a ser mi habitación mientras permaneciese en Venecia.

Cuando la puerta se cerró tras sus pasos, tuve la impresión de estar sola en aquel Palacio que adivinaba lleno de un esplendoroso pasado y algo me decía, con un enigmático futuro aún por descubrir.

Al fondo de la estancia, una enorme cama, cubierta por un dosel, del que pendían varias capas de sedas de diversos colores, degradados desde el más intenso de los carmines, hasta el más suave de los rosas, formando una especie de irisada pared alrededor de la misma, que se movía con el efecto que una suave brisa traía desde la balconada abierta, que elaborada con maderas en las que había talladas multitud de filigranas, hacía que la luz que penetraba a través de ellas, lo hiciese en forma de bellos encajes, que se iban reflejando en las paredes.





En el centro de la cama… una bandeja de plata...

La bandeja contenía un sobre del mismo tipo que el que hacía días había llegado a mi domicilio. Esta vez, en el sobre solo dos palabras, de nuevo escritas con la maravillosa letra gótica que tanto me gusta y que tantas y tantas veces he dibujado. Con la que tantos marca páginas he elaborado para la gente a la que quiero de una manera especial. El sobre cerrado y lacrado en rojo intenso, rojo pasión.

Las palabras, simples, pero con un gran significado:






… Continuará …?????

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