Porque el reloj se detuvo para mí, aquella mañana en la que un mensaje a tu teléfono móvil no tuvo respuesta. No supe entender en aquel momento, que la falta de contestación inmediata a dicho mensaje por tu parte, obedecía al hecho de que tu decisión de no avanzar en aquella relación, era al parecer firme.
Porque el espacio se redujo para mí, a aquel lugar y a aquel momento, en el que por última vez pude abrazarte y despedirte con un beso apasionado, sin saber que iba a ser el último.
Para estas alturas, mi cabeza ya había puesto “caras “a mi caballero andante. Uno de los presuntos candidatos, quedó descartado de inmediato, puesto que jamás habíamos podido fundirnos en un beso. Sin embargo, me resistía a pensar que pudiese tratarse de alguna de las otras dos personas que tanto habían significado para mí.
Aquella situación por un lado me halagaba terriblemente como mujer, pero por otro lado, los meses de sufrimiento que yo había pasado intentando cumplir mi determinación de alejarme de cada uno de ellos, no podía tirarlos por la borda en un instante.
Mi razón y mi mente analítica, de nuevo me pedían retirarme a tiempo, no caer, no sucumbir a todas aquellas maravillosas sensaciones que se habían apoderado de mí desde el preciso momento en que recibí en mi casa la invitación para el viaje.
Sin embargo, mi espíritu apasionado y romántico me exigía seguir adelante. Me decía a mi misma “Si has venido hasta aquí, dispuesta a todo, incluso a caer en brazos de un desconocido, tan solo por el hecho de haber sido capaz de seducirte de una manera tan elaborada y tan romántica, por que no dejarte llevar de nuevo, como hiciste cuando conociste a cada uno de ellos, de aquella forma igualmente romántica, distinta y especial, a pesar de que siempre tuviste claro, que aquellas relaciones eran imposibles.”
Caí en la cuenta de que mis pensamientos, me habían alejado de la lectura de la carta y seguí leyendo
Te preguntarás el motivo de todo este misterio y tan solo te puedo responder, que cuando me hablabas de Venecia y de tu búsqueda de sensaciones semejantes a aquellas que tantos poetas y escritores habían descrito, al igual que cuando me describías con tanta pasión las acuarelas que Turner realizó de esta maravillosa ciudad, siempre soñaba con ser algún día la persona que la recorriese de nuevo a tu lado, la persona que hiciese posible que tus sentidos despertasen ante tanta belleza.
Por ello, desde el mismo día en que desapareciste de mi vida, desde aquel momento en que de forma absolutamente contraria a mi voluntad, decidiste que lo mejor para mí era tu alejamiento, no tuve otra misión en mi vida que conseguir recuperarte de nuevo. Jamás lo habría hecho, si tu decisión se hubiese basado en tus propias necesidades o deseos. Sin embargo siempre supe, que aquello fue el mayor de los actos de amor que una persona puede llevar a cabo… Alejarse de la persona amada, en el convencimiento de que así la salva, la impide cometer un error.
No pude convencerte de que mi salvación había llegado el día en que te conocí. Ni de que el error era alejarme de ti. Siempre supe y así lo hablamos en numerosas ocasiones que nuestra relación no iba a ser fácil. Pero aquello, lejos de hacerme sucumbir, me dio fuerzas para intentar conseguirlo y de hecho durante muchos meses, creí haberlo logrado.
Cada día que pasaba a tu lado, a pesar de los malos momentos que estabas viviendo, era el mejor de los regalos para mí. Sabes que jamás te pedí más tiempo, me conformé siempre con el que pudiste darme. Las largas horas nocturnas, en las que suplíamos con el teléfono la necesidad de vernos, compensaban todas las ausencias.
Se que ahora mismo te estas preguntando. ¿Por que aquí? ¿Por que tan lejos de casa?
Porque sé, que este escenario te hará pensar. Porque confío, en que de una vez por todas, me permitas hacer con mi vida lo que verdaderamente quiero hacer. Porque tan solo te pido que pases 3 días conmigo y que al término de ellos decidas que hacer con nuestras vidas.
Porque decidas lo que decidas, todo seguirá igual entre nosotros, ambos sabemos que nada ni nadie podrá jamás separar nuestros corazones. No importa que rumbo tomen nuestras vidas, ni que los caminos que elijamos se bifurquen.
A estas alturas de la carta, mi cabeza daba vueltas sin parar a dos nombres. Por un lado, deseaba ardientemente que se tratase de C. porque había aparecido en mi vida tras haber superado mi alejamiento de J. Pero, por otro lado, pensaba que me era indiferente de quien pudiera tratarse de los dos, porque en realidad, ambas fueron relaciones terminadas con la cabeza, no con el corazón. Por ello, de alguna manera, me emocionaba casi por igual, el descubrir que pudiera tratarse de C. o de J.
Ambos habían seguido intentando sin descanso, que volviese a su lado. Por ello podía tratarse de cualquiera de los dos. No había en sus palabras nada que me hiciera decantarme por uno o por otro. Ni un detalle que delatase la identidad de mi cada vez menos misterioso admirador.
Pensé cuanto cuidado había puesto al elaborar esta aventura. Nada quedaba al azar, todo estaba pensado al detalle. No podía ser más emocionante la situación de lo que ya lo era. En realidad, en ese momento podía con una simple llamada de teléfono haber averiguado a ciencia cierta si uno de los dos se encontraba en su lugar de trabajo, con lo que por descarte, hubiera sabido de quien se trataba. Pero no quise hacerlo, quise jugar limpio. Llegar hasta el final. Para algo había viajado hasta Venecia.
Nuevamente, decidí dejar de elucubrar y seguir leyendo…
Te conozco muy bien y sé que si has venido hasta aquí, ha sido con el convencimiento de llegar hasta el final. De lo contrario, si esa máquina de análisis que a menudo es tu cabeza, hubiese vencido a tu corazón y a tus impulsos, no estarías ahora leyendo esta carta. Por ello, voy a decirte lo que quiero de ti.
A las doce en punto una góndola, te recogerá en el embarcadero y te llevará a una fiesta privada, en la que aparentemente no conocerás a nadie, porque se trata de un baile de carnaval, en el que todo el mundo acudirá disfrazado y con máscara. Se que es lo que siempre has deseado, porque el único de tus viajes a Venecia realizado en la época en la que se celebran los carnavales, resultó ser un desastre. Algo que siempre te ha apenado muchísimo, porque habías puesto en el mismo todas tus ilusiones. Por ello, aprovechando que a lo largo de los meses de Marzo y Abril, se celebran aún numerosas fiestas privadas de disfraces, decidí que era el mejor de los regalos que podía hacerte.
En el armario que hay a la derecha de la cómoda china, tienes dos maravillosos trajes, elije el que más te guste, sé que los dos serán de tu agrado, pero me atrevo a adivinar cual será tu favorito. Tiene mucho que ver con una de tus pasiones.
Como ambos precisan de un elaborado peinado, dentro de media hora una peluquera pasará por tu habitación.
Sé que en estos momentos aún dudas de mi identidad, porque conozco perfectamente tu vida, ya que entre nosotros no ha habido nunca secretos y hay otra persona, que puede que se dispute en tu cabeza, la titularidad de esta invitación. Pero también sé, que en el momento en que por fin consiga coger tu mano para llevarte a la pista de baile, tan solo necesitaré un segundo para con un gesto inequívocamente mío, demostrarte quien soy.
No seré yo la primera persona que baile esta noche contigo, por tanto no te confundas, no voy a decirte cuando lo haré. La noche va a ser muy larga. Prepárate a sentir todo tipo de emociones, sensaciones y cosquilleos, como tú sueles decir… Porque la aventura, esta vez… si que está servida querida Pizarr.
Ahora me despido de ti, como tú a veces te despedías de mí, con las palabras de Neruda, que dicen:
Hasta más pronto
Hasta más tarde
Hasta que todo sea
… continuará ???...