EL MUNDO DE LOS SUEÑOS

29 octubre 2007

LO QUE APRENDI CON LA EDAD


- Aprendí a perder el miedo a lo cierto y a lo incierto

- Aprendí a decir “Lo siento”

- Aprendí a permitir que la vida me sorprenda cada día

- Aprendí a arriesgarme

- Aprendí a decir “Te quiero” a tiempo, sin dejar que en ocasiones se convierta en una frase callada

- Aprendí a expresar y a compartir los sentimientos

- Aprendí a disfrutar de los sueños

- Aprendí a llorar no solo de pena sino de alegría

- Aprendí a relativizar y a poner grandes espacios entre los vaivenes de la vida y los sentimientos que provocan

- Aprendí a controlar el dolor, no solo el físico sino el del alma, más intenso y profundo que el primero

- Aprendí a reírme de la vida… de mí misma

- Aprendí a disfrutar de las inquietas esperas

- Aprendí que la única avaricia que quiero en mi vida, es la del tiempo

- Pero ante todo aprendí a seguir en cada momento los dictados de mi corazón, sin importarme demasiado… el que dirán… que pensarán…


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21 octubre 2007


Imagen: Una de las últimas acuarelas de mi ama



Música: Exile de ENYA




N E C E S I T O...


¿Acaso sé lo que necesito?


Hace unos días, una persona a la que quiero con locura, me preguntó: ¿Necesitas algo?



Mi contestación inmediata fue... no gracias... no necesito nada.



Sin embargo, lejos de hacerme sentir bien el hecho de que alguien a quien quieres se ocupe o preocupe por ti, esa pregunta de pronto me pareció una pregunta trampa y abrió la veda de mis pensamientos al respecto.



A solas con el teclado de mi ordenador, he ido contestando esa hipotética pregunta realizada por diversas personas o ante diversas situaciones planteadas por mi misma...



Necesito recuperar de nuevo la sensación de saber que después de cada nuevo encuentro, ambos nos obsequiaremos con un hasta pronto.


Necesito llegar a conocer la paz de la extinción absoluta porque en ella no hay falta, ni felicidad, ni dolor, ni placer, ni pérdida, ni ganancia. Esa paz en la que no es preciso buscar nada.



Necesito volver a tener tiempo para saborear a tu lado… o al tuyo… o quizás al tuyo… la deliciosa lentitud del paso de las horas.



Necesito llegar a comprender de verdad, que aunque el exterior sea herido o dañado, el interior siempre permanece puro e inalterable, porque esa es la armonía del universo, esa es la esencia de la vida, la auténtica verdad cósmica. Por ello la flor del loto brota del cenagoso estanque, decía Yoka Daishi.


Necesito que mi agenda vuelva a recuperar espacios en los que anotar exclusivamente, mis citas más importantes… las tuyas… o quizás… las tuyas.



Necesito olvidar los malos momentos y hacer un hueco en el disco duro de mi cerebro para poder almacenar tan solo, esos nuevos y futuros recuerdos, que me consta están aún por llegar.


Necesito volver a descubrir que el pasado y el futuro no existen, que tan solo me permite VIVIR el presente.


Necesito ver del todo el destello del espejo, encontrar la verdadera sabiduría inconsciente y no contentarme con el espejo deslustrado del saber.


Necesito que de nuevo suene el teléfono de madrugada, para regalarme tan solo un silencio, acompañado de unos bellos acordes al piano de algún nocturno de Chopin.


Necesito volver a vibrar de emoción al encender el ordenador esperando encontrar en mi correo un mensaje tuyo… o… quien sabe de quien…


Necesito volver a sentirme como después de una guerra: cuando vuelve la paz y ya no hay enemigos.


Necesito que se apodere de mi espíritu profundo una gran calma, que no me abandone jamás, que exista sin temores, sin ansiedades, sin problemas, sin porqués, sencillamente… QUE EXISTA.


Necesito eliminar tantos y tantos impedimentos que me impiden VIVIR el aquí/ahora. Comprender por fin que siempre podré llenar una botella vacía, pero jamás podré meter nada en una botella llena.


Necesito no volver a pensar que aún piensas en mí, para de esa manera ser capaz de dejar de pensarte.


Necesito creer en mi propia sabiduría y dejar de buscar en la de los demás.



Pero ante todo y por encima de todo, lo que de verdad necesito, es que aquellas personas a las cuales NECESITO, no necesiten preguntarme jamás, si necesito algo.


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06 octubre 2007

EL CORDON UMBILICAL






Al nacer nos cortan el cordón umbilical, sin embargo, no nos cortan ni nos enseñan a cortar otros cordones…

- Los que nos unen a las personas queridas, para ser capaces de vivir sin ellas, cuando nos dejan, cuando nos abandonan.

- Los que nos atan a tantas y tantas cosas materiales, que lejos de ayudarnos a avanzar en la vida, nos impiden hacerlo.

- Los que nos impiden dejar crecer a nuestros hijos en un desesperado afán de evitarles errores.

- Los que no nos dejan crecer como personas, sumergidos a veces en momentos, en relaciones o en formas de vida inadecuadas.

- Los que nos impiden superar esos tremendos adioses, que se instauran en nuestra vida, impidiendo el olvido de lo que fue.

- Pero ante todo, no nos enseñan a cortar los cordones que nos unen a la vida, para ser capaces de dejarla, sin penas, sin nostalgias, sabiendo que la muerte no es sino un paso más de los que en la vida llevamos a cabo.

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01 octubre 2007


HISTORIA DE UNA MUJER




Ilustración de Luis Royo





Música de Missa Johnouchi

Show Forest


Siempre fue una mujer tímida y recatada en lo exterior, pero tremendamente sensual y apasionada en sus adentros.

Con el tiempo se convirtió, sin saber el motivo, en un hermoso “objeto” de deseo.

Intuía que había algo en ella que gustaba a los hombres, a pesar de que su timidez le impedía acostumbrarse a las atenciones y los continuos piropos que hombres de toda edad y condición le regalaban.

Cuando creció mas en madurez que en edad, comprendió el porqué de su atractivo para ellos… su eterna cara de niña y su dulce ternura vital.

A pesar de ello, supo administrar su vida sentimental a su antojo. Ella decidió siempre… con quien… cuanto tiempo… hasta donde…

Existía en su interior una especie de resorte que se disparaba cuando la intensidad de sus sentimientos amenazaba con convertirlos en crónicos… jamás permitía que un sentimiento la dominase o la apartase del camino previamente marcado.

Por encima de todo debía de primar la consecución de sus metas académicas y profesionales y cuantas personas o sentimientos ella intuía podían alejarle de dicho camino, eran apartadas de su vida.

En el fondo, con el tiempo comprendió que quizás lo único que tenía era miedo. Miedo a sufrir si en su entrega no era debidamente correspondida. Miedo a descubrir que quizás nadie fuese capaz de darle lo que necesitaba. Miedo a constatar que nunca iban a entender su especial forma de comprender la vida y las relaciones humanas, su peculiar manera de querer, de quererse y de ser querida.

O quizás, simplemente lo que ocurrió fue que aquellas personas que se habían cruzado en su vida, no eran las adecuadas para compartir con ella sus sueños. Porque cuando de pronto se cruzó alguien en su camino que puso su vida del revés, nada ni nadie pudo separarle de él.

Ocurrió que estando en la universidad alguien se enamoró perdidamente de ella y sin saberlo, durante casi dos años, ese alguien movió los hilos del destino, de manera que aquel 11 de febrero en la fiesta del paso del Ecuador, por fin sus vidas se cruzaron.

No volvieron a separarse durante los próximos 10 años.

Sus vidas a pesar de ser dos eran una, vivían, soñaban, viajaban, pensaban juntos… como una sola persona. Incluso se alejaron de su tierra y de sus familias para poder vivir su amor intensamente en soledad.

De pronto, al término de aquellos 10 años algo cambió… ella no supo reconocer los síntomas de la enfermedad que día a día devoraba lo que había sido su mundo y su vida…

En medio de esa confusión, ocurrió algo que de nuevo puso ese mundo suyo del revés… Nació su única hija.

En ese preciso momento, recobró aquella fuerza primera y luchó con uñas y dientes para hacer de la vida de su hija una vida feliz. Nuevamente intentó apartar de su camino cuanto impedía que aquel plan pudiese llevarse a cabo.

Sin embargo, aquella enfermedad que devoraba su mundo, lejos de desaparecer amenazaba con convertirse en crónica. Un buen día descubrió que el virus tenía nombre de mujer-amiga y por ello, un 7 de enero, tras pasar los días previos en la nieve, como si de una familia feliz se tratara, haciendo fotos y muñecos de nieve, a los que no les faltó la nariz-zanahoria, los ojos-rodaja de pepinillo, la bufanda y el gorrito de lana de colores…. sus vidas se separaron definitivamente.

Durante 7 años vivió en un mundo en el que no cabía nada ni nadie más que su hija, ella y su trabajo que les permitía vivir como habían soñado. Pintaban, dibujaban, escribían, leían, viajaban juntas, acudían a conciertos, exposiciones, ballet…

Consiguió una existencia absolutamente feliz. Consiguió erradicar la enfermedad que había devorado los últimos años de su matrimonio. Consiguió que su hija adorara a su padre. Consiguió no odiarle y seguir adelante.

Cuando todo parecía perfecto, cuando las piezas del puzzle de su vida, estaban de nuevo absolutamente ensambladas, una nueva enfermedad amenazó su mundo. Los remordimientos de quien tanto daño le había hecho en el pasado, los celos, la constatación por parte de él, de que la que había sido su mujer era una mujer independiente, el afán de posesión, la hombría mal entendida y un largo etc… convirtieron la tranquila existencia de aquella mujer en una pesadilla.

Aquel odio que en un primer momento ella consiguió impedir que se instalase en su vida, amenazaba de pronto con hacer acto de presencia por la puerta grande ya que ni siquiera la distancia espacial que separaba ambas formas de vida conseguía evitar los acosos, las llamadas, las amenazas, los continuos despropósitos… que ella siempre intentaba por todos los medios esconder a su hija.

Después, como si las fuerzas de la naturaleza se hubiesen aliado en su contra, llegó la auténtica enfermedad, esta vez se trataba de la enfermedad del cuerpo, no del alma. Una brutal enfermedad que durante casi 3 años asoló sus vidas, la de su hija, protagonista de la misma y la suya propia.

Fue en medio de esa vorágine que el destino les había preparado a ambas cuando de pronto un día,
decidió perder el miedo a desear y deseó ser deseada de nuevo.

Desde hacía casi 9 años, los hombres para ella, eran solo clientes de su despacho, ni una mínima concesión a ninguno de ellos, ni un solo roce, ni una caricia, ni un beso, nada… nada en 9 años.

No buscó el amor, tan solo cuando estuvo preparada, el amor la encontró a ella. La encontraron 3 maravillas personas, a lo largo de casi dos años, a las cuales no pudo dar lo que necesitaban, porque aquel no era su momento vital para establecer una relación estable, tan solo necesitaba querer y ser querida, sin ataduras, sin compromisos y a ellos los quiso demasiado como para engañarlos.

Y así fue como en cada nueva cita, expulsaba de su vida los años de deseos estancados.

Y así fue como cada noche de confesiones, confidencias y susurros atrasados le devolvía la confianza perdida en los hombres y en si misma.

Y así fue como cada encuentro apasionado, se convirtió en la más eficaz de las medicinas, no solo para su cuerpo, sino también para su herida alma.

Esta vez no los alejó de su vida por los motivos que en el pasado le llevaban a alejarse de todo aquel que se entregaba a ella sin condiciones.

Esta vez los alejó de su vida porque los llegó a querer lo suficiente como para comprender que no sería justo para ellos encadenarlos al problemático ciclo vital que atravesaba en esos momentos.

Y porque decidió que si volvía de nuevo a vivir un amor, debería de ser absolutamente distinto, diferente, especial en el fondo y en la forma y para ello debería de ser libre y de momento eso no era posible.

Y así fue como aquellos trenes pasaron de largo, aunque a veces, de vez en cuando, alguna de las locomotoras vuelve a la estación por si ella decide subir de nuevo. Pero hoy por hoy, ese viaje es imposible.

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