EL ESPEJO… EL CAMINO…

LA OTRA PUERTA…


Y LA MECÁNICA CUÁNTICA…

Un sospir`di Voi- EMMA SHAPLIN

Hace unos días me plantearon un reto. Se trataba de buscar la conexión entre la novela fantástica de Ana María Matute “Aranmanoth” y las teorías de Heisenberg (creador de la mecánica cuántica).

REIROS… REIROS A GUSTO…

Porque la encontré… ( Por lo menos eso dijo la profe… )



Nos pasamos la vida buscando el paraíso, la otra puerta, el camino adecuado…

Nos pasamos la vida preguntándonos si la elección de tal o cual vericueto fue acertada o errada…

Nos pasamos la vida queriendo de alguna manera dejar atrás lo que somos, lo que tenemos, mientras transcurre esa constante búsqueda.

Y mientras lo hacemos, no dejamos de mirarnos al espejo, en un intento a menudo baldío de descubrir en esa imagen que refleja, el enigma, la respuesta a nuestra búsqueda.

Y es que la vida, sus experiencias y los años, lejos de llevarnos a ese paraíso, de abrirnos esa puerta o de mostrarnos esos caminos, lo que nos descubre, si somos capaces de saber escucharla es que las respuestas a todas esas búsquedas están en nosotros mismos.



En esencia Aramanoth, ese mágico personaje creado tan magistralmente por Ana María Matute para dar vida al protagonista del tercer título de su trilogía fantástica, es la metáfora del ser humano. Representa la dualidad, la permanente sensación de que nos falta algo. Ese sentimiento de que nunca estamos donde deberíamos estar. De que nunca estamos completos. Durante toda la novela se lleva a cabo la búsqueda de ese algo perdido.

Sin embargo: “El Paraíso está aquí y ahora”

El Zen lo expresa diciendo que el fin es el camino, que no hay que llegar A… puesto que ya estamos EN…



Hace días escribía en algún comentario hablando de esto, que el otro lado del espejo es este lado, no se trata de ir a otro lugar, ni a un espacio más alejado, se trata de saber verse y reconocerse en este lado, en esta realidad, aquí y ahora.

En el fondo de todo ello subyace ese pensamiento de que hubo un tiempo en el que todo era como debía de ser y de que incluso en aquel momento estuvimos en el lugar en el que deberíamos estar. Por eso la búsqueda constante de “ese lugar “






Con los conocimientos de mecánica clásica tradicionales, pensábamos que podíamos llegar a medirlo todo y a expresarlo matemáticamente, a través de un sistema cartesiano de tres dimensiones más el tiempo.

Sin embargo, Heisenberg, padre de la mecánica cuántica, con su “Principio de indeterminación” llegó a la conclusión de que cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su movimiento lineal. Este principio lo que nos dice es que no podemos medir a la vez y con la máxima precisión un par de magnitudes conjugadas.

En términos coloquiales, viene a afirmar que cuanto más sabemos acerca de una mitad del mundo subatómico, tanto menos podemos saber de la otra mitad.




Exactamente lo mismo que nos ocurre en la vida, la búsqueda continua nos lleva al descubrimiento de que es la propia búsqueda lo que nos impide llegar. Solo al dejar de buscar nos damos cuenta de que todo está aquí.

Ya Cortazar en su “Rayuela” decía: Paraíso perdido, perdido por buscarte…

Y así mismo nos dice: “Puede ser que haya un reino milenario, pero si alguna vez llegamos a él, si somos él, ya no se llamará así…”